El elenco de actores al completo saludando al público al finalizar la función / Ayuntamiento de Vera
El Festival Internacional de Música de Tecla Española FIMTE
y la Concejalía de Igualdad y Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Vera unieron
fuerzas para un proyecto de recuperación histórica y de patrimonio con motivo
del pasado Día Internacional del Pueblo Gitano. El Auditorio de Vera acogió el
pasado 6 de abril la representación del sainete ‘El Prioste de los Gitanos’,
obra representada en los teatros de Madrid en el año 1754, una de las más
tempranas obras musicales críticas sobre la persecución a los gitanos.
El sainete ‘El Prioste de los Gitano’s de Antonio Guerrero
es una sátira, una burla a las autoridades que idearon y ordenaron la masacre.
Su autor llevó a escena este sainete cinco años después del triste
acontecimiento conocido como la Gran Redada de los Gitanos, organizada por
Fernando VI y ejecutada por su ministro el marqués de la Ensenada en la noche
del 30 de julio de 1749 con el fin de exterminar a la comunidad gitana de la
geografía española. La Gran Redada supuso la detención de más de 10.000
gitanos, hombres, mujeres, niñas y niños. Los que sobrevivieron fueron enviados
a galeras, las familias dispersadas.
La copia del libreto junto con su música original fue
depositada en su día en los archivos del ayuntamiento de Madrid como mandaba la
censura teatral de la época. La obra ha dormido en el archivo de la Biblioteca
Histórica Municipal de Madrid hasta el día de hoy en que por primera vez sale
de nuevo a la luz, tras 265 años de permanecer en estricto silencio.
La dirección artística estuvo a cargo de Juan Castro y
Paquita García. La adaptación del texto, dirección y transcripción musical a
cargo de Luisa Morales. Entre los músicos solistas cabe destacar la
participación de la conocida soprano madrileña Francesca Calero.
Córdoba recibirá a partir del martes 14 de mayo y
hasta el día 16 las jornadas ‘Realidad Educativa en la Comunidad Gitana en
Exclusión’, que están organizadas por Unión Romaní y financiadas por el
Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.
Tras pasar por Valladolid y Ciudad Real, ahora será
la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Córdoba la que
acoja el evento en esta edición de 2019.
Están dirigidas a profesionales y estudiantes del
ámbito educativo y social y su objetivo fundamental es dotar
al profesorado de aulas multiétnicas de las herramientas y aptitudes necesarias
para que ofrezcan una adecuada atención a la diversidad del alumnado.
Contarán con la presencia de ponentes de la talla de Francisco
Javier Alés, director del Foro Internacional de Mediadores Profesionales en la
Universidad Internacional Loyola Andalucía; Francisco de Borja Ortas, director
del departamento laboral del bufete Bidón Abogados; José Eugenio Abajo,
profesor e investigador y miembro de la Asociación Enseñantes con Gitanos;
Francisco Ramas, animador sociocultural, gerente de Scouts de Sevilla MSC y coordinador
de la ONG MAD África; y Antonio Torres, vicepresidente y director de programas
de Unión Romaní.
Se abordarán temáticas relacionadas con factores de
cambio en la comunidad gitana, implantación de un proyecto de mediación
educativa, el éxito escolar en el alumnado gitano, habilidades sociales, comunicación,
resolución de conflictos y aspectos sociológicos de esta minoría.
La inauguración tendrá lugar el martes en la Sala de
Grados de la Facultad a partir de las 16:00 horas, a cargo de la Decana María
del Mar García Cabrera, mientras que la clausura será el jueves a las 20:30 h.
El plazo de inscripción está abierto hasta el 12 de mayo y el número de plazas es limitado. Los interesados pueden apuntarse de forma gratuita a través del siguiente enlace: https://tinyurl.com/jfpae-Cordoba2019
Estas jornadas con los profesionales del ámbito escolar
se vienen realizando desde hace 18 años por toda la geografía española, en
colaboración con varias universidades. Durante su desarrollo se pretende crear
un espacio de análisis, debate y reflexión que favorezca el intercambio de
ideas y experiencias, con el propósito general de mejorar y complementar las
estrategias y recursos de intervención educativa con los menores y sus
familias.
Puede escuchar aquí este artículo en la voz de Juan de Dios Ramírez-Heredia
Escribo estas líneas con tristeza. Mi hijo Pablo, joven y brillante abogado
(perdón, soy su padre) no ha tenido paciencia para darme la mala noticia y me
ha puesto un WhatsApp diciéndome: “Papá,
malas noticias. Este año el Señor de los Gitanos, nuestro Cristo, saldrá en
procesión en la ‘madrugá’ del Viernes Santo, con la túnica bordada de oro. Pero
consuélate, tengo entendido que será solo este año. A partir del año que viene
volverá a las calles de Sevilla con su túnica morada, lisa. Lo siento.”
Mi Pablo sabía muy bien que esta decisión tomada por la Junta
de Gobierno de la Hermandad me iba a causar un profundo malestar porque así lo
manifesté públicamente cuando supe hace dos años que un grupo de cofrades había
costeado la confección de una túnica imponente, cargada de bordados hechos con
hilo de oro. Se quería que la nueva túnica reprodujera la que llevaba el Señor
en el siglo diecinueve y que desapareció en el incendio provocado en la iglesia
de San Román por extremistas anticlericales nada más comenzar la Guerra Civil
española en 1936.
Hoy es Lunes Santo y el miércoles, a última hora, Pablo y yo
cogeremos el último avión que salga desde Barcelona para ir a Sevilla con el
fin de dormir en la capital andaluza y amanecer en ella el Jueves. Así lo
llevamos haciendo desde hace más de veinte años. Inmediatamente nos iremos a la
antigua Iglesia del Convento del Valle de la calle Verónica, donde está
establecida la sede de la cofradía desde el año 1999 gracias a una donación que
a tal fin hizo la Duquesa de Alba. No quiero ni pensar la impresión que me
llevaré cuando vea a Nuestro Padre Jesús de la Salud, ‘el Manué’ como le llamamos los gitanos, revestido con una túnica
llena de oro, cuyo peso debe hacerle más gravoso el de la cruz que lleva sobre
sus hombros.
Túnica lisa o túnica
bordada
Túnica bordada en oro del Cristo de los Gitanos de Sevilla
Quiero pensar que el debate entre los partidarios de que el
Señor de los Gitanos salga revestido con ropa de gran lujo y quienes sostienen
que es más propio que lo haga con una túnica sencilla sin el más mínimo sello
de ostentación y riqueza, se debe a principios puramente estéticos. Si es así,
si todo es consecuencia de los cambios que también en la Iglesia impone la
moda, nada nos cabe objetar. Tan solo lamentar que un movimiento tan cambiante
como es el de la adaptación de los tiempos a las corrientes consumistas invada
también el ámbito de las manifestaciones religiosas que deberían quedar al
margen de esos cambios incontrolados.
Algunos creemos que las modas no pueden intervenirlo todo,
que las costumbres y las tradiciones merecen un respeto que no puede ser
alterado por el voto momentáneo de quienes en un momento dado ostentan el
poder. Y, sobre todo, cuando de costumbres y tradiciones se habla, antes de
propiciar sus cambios se deben tener en cuenta muchos factores, especialmente
de orden histórico, culturales y hasta antropológicos, que pudieran justificar
esos cambios.
Una pincelada de
historia
¡Cosas de la vida! Fue en el año 1910 cuando la Cofradía del
Gran Poder propició cambiarle a la imagen de su Cristo la túnica bordada que
tenía por otra más sencilla y sin adornos. ¿Por qué? Porque todas las que
tenía, cargadas de oro, habían envejecido y perdido la brillantez que en otro
tiempo tuvieron. Encargaron la confección de otras túnicas que no lograron la
aceptación del Cabildo por lo que el canónigo de la Catedral hispalense, Juan Francisco Muñoz y Pabón que era
natural de Hinojos, en la provincia de Huelva, propuso que aquel año saliera
con la túnica lisa. Así sucedió y a partir de entonces algunas cofradías
sevillanas optaron por vestir a sus nazarenos con túnicas carentes de todo
lujo.
Me ha llamado la atención que el Cabildo de la Hermandad de
los Gitanos haya decidido cambiar el atuendo de nuestro Padre de la Salud
cuando estamos en plena época electoral, exactamente igual que ocurrió en 1910
en que España estaba sumergida en unas elecciones generales tras el desastre de
la Semana Trágica de Barcelona. En aquella ocasión cayó el gobierno de don Antonio Maura y fue elegido don José Canalejas quien siendo presidente
del gobierno murió de un disparo terrorista poco después.
El 18 de julio de 1936, fecha marcada a fuego en la historia
de nuestro país, estalla la Guerra Civil española y ese mismo día arden, en el
incendio provocado en la iglesia de San Román, las imágenes sagradas de la
Cofradía de los gitanos. Quedó reducido a la nada un humilde patrimonio de una
cofradía creada en 1753 por un grupo de humildes gitanos trianeros.
Terminada la Guerra Civil española, sumido el país en la
devastación provocada por un terrible enfrentamiento entre hermanos, las
cofradías de Semana Santa tuvieron que hacer un supremo esfuerzo para rehacer
tanta destrucción y nuestro Padre Jesús de la Salud, el Gitano de Sevilla,
procesionó en 1939 con una humilde y sencilla túnica morada, la misma que
deberá dejar colgada esta madrugá
para salir revestido del oropel de riqueza y esplendor tan difícil de
justificar en estos tiempos.
¿Qué fue del
aggiornamento?
Juan XXIII fue
impulsor del Concilio Vaticano que supuso tantos y valiosos cambios en la
Iglesia Católica. No es el caso de enumerarlos. Aquel acontecimiento supuso,
entre otras cosas, un antes y un después de la relación que mantenían los
fieles con la jerarquía eclesiástica. La sencillez se impuso en los cultos y
hasta los ornamentos de los celebrantes fueron descargados del oropel que hasta
entonces tenían.
El Cristo verdadero era pobre, muy pobre, posiblemente tan
pobre como los gitanos que fundaron esta cofradía en el siglo XVIII. A mí me
sigue impresionando aquel pasaje del Evangelio (Mateo 8.20) donde Jesús se
lamentó diciendo: “Las zorras tienen
guaridas y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde
recostar su cabeza”. Y me impresiona la imagen del Cristo del Amor, Crucificado desnudo al que mi hermano Pepe, en Puerto Real, dedica tanto
amor y lo mejor de su vida.
La figura del Cristo
de los Gitanos es un reflejo de los pobres de hoy
Y lo es en todos los sentidos. No la desfiguremos. Su imagen
tiene que ser coherente entre lo que predica y lo que hace. En estos días
preelectorales estamos tratando de ver la similitud que hay entre los políticos
que quieren representarnos y el testimonio de sus propias vidas. Un Cristo
cubierto de oro se asemeja muy poco al que dijo: “No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a
traer la paz, sino la espada”. (Mateo 10.34-36). La espada contra la
corrupción, contra la inmoralidad, contra los abusos.
Imagen del abuelo Agapito
He releído lo que escribí hace unos años y me resisto a no
repetirlo. Sobre todo, hoy que he estado visionando en mi casa películas de ‘El Manue’ y ha caído una vez más en mis
manos una vieja fotografía de mi abuelo. Y me he estremecido porque tiene la
misma cara que Nuestro Padre Jesús de la Salud. O al menos a mí me lo parece.
Delgado, enjuto, tenía un metro noventa de estatura y una mirada profunda en la
que se encerraban todos los sufrimientos por los que le hicieron pasar los
guardias civiles de entonces en cumplimiento de unos terribles artículos ―ya
desaparecidos―de su Reglamento.
Por eso les pido que no vistan al Cristo de los Gitanos con
esa preciosa túnica para llevarlo andando por las calles de Sevilla o cuando
doble la Plaza del Duque para enfilar La Campana camino de la Catedral. Déjenlo
tal como llevamos viéndolo desde hace tantos años. Su carita de dolor infinito,
las gotas de sangre que le provocan la corona de espinas, el agotamiento que se
trasluce en su boca entreabierta porque debe respirar con enorme dificultad
machacado por el peso de la cruz que lleva a cuestas, no tienen nada que ver
con la imagen que supone verlo vestido cargadito de oro.
La dignidad con que el Señor de la Salud camina por las
calles de Sevilla va acorde con sus orígenes pobres y humildes. He leído estos
días en los periódicos lo que José
Cretario dijo a propósito de la pobreza de buena parte de sus cofrades: “La hermandad de los Gitanos en 1936 era una
cofradía extremadamente humilde, compuesta por gente del barrio, por gitanos de
Triana. Para elegir secretario preguntaban: «¿Quién sabe escribir?», y el que
sabía asumía la tarea.”
En 1936 mi abuelo no hubiera podido ser secretario de la Hermandad
porque ni él ni nadie de mi familia sabía leer ni escribir.
It
was April 1971. General Franco was still alive. It would be another five years
before he left this world and his body was taken to the Valle de los Caídos. I was fifty years younger than I am
today and had arrived in Barcelona from my native Andalusia not long before. I
was young, very young, full of anger and strength to try and find ways of
putting an end to the state of marginalisation and abandonment in which the
majority of Spanish gypsies lived. And I
took advantage of the invitation from Caritas
Diocesana de Barcelona in order to settle into the Ciudad Condal and from here start what would what would soon be the
embryo of the powerful gypsy movement that we have in our country today.
The
Church or the Falange
For many years, especially during the final
years of Francoism,
there were only two institutions which enjoyed a certain freedom to say things
that the ruling Regime would not like. Denouncing injustices, demanding a more
prominent role for workers in decision making, highlighting the extreme
poverty in which thousands of Spanish people were still living would earn those who led
this struggle a prison sentence. I knew
this well because they had warned me on occasion. For
this reason, as can be easily understood, I preferred to seek refuge under the
protection under the umbrella of the Church and this is how some committed
gypsies began to shed the load that had for centuries weighed upon us,
condemning us to the most painful marginalisation: poverty and illiteracy.
How
the London Congress Was Conceived
This explained why one day I received an
invitation from the self-proclaimed
International Gypsy Committee, based in Paris and led by brothers Vanko and Léulea Rouda. A few months
before I was visited by Donald Kenrick,
an Englishman who appeared one day in Barcelona with his daughter, a young girl
who at that time would have been 12 or 13 years old. Both presented the typical
preconceived image that we had of English people. Golden blond hair, friendly,
ceremonial in their ways, and decked out in clothes that showed an unkempt elegance. He told
me that he was preparing an international meeting of gypsy leaders from all
over the world which gypsies from the Soviet Union would attend for the first
time. I admit that this announcement excited me because it felt that this would
be the opportunity to know first-hand what life was like for gypsies in the
rest of the world. Donald Kenrick was an
exceptional linguist who could translate more than fifty languages and spoke
some thirty fluently, including Catalan.
In addition to him two influential public figures contributed to this
project becoming a reality with much success: they were Dr Thomas Acton, a professor at the University of Oxford and an expert
in gypsy language and culture, and Grattan
Puxon, an English activist who held the post of Secretary General of the
Congress.
UNESCO
was left to seize the organisation of the Congress
Vanko Rouda was determined to hold a major
Congress at the UNESCO Palace in Paris, in which the world’s most important
gypsies in Romani intelligentsia would participate. It was his intention that the
Council of Europe would take the first step towards the institutional
acknowledgement of gypsy people. But the
talks dragged on which led Grattan Puxon to convince the members of the Gypsy
Council of Great Britain, founded in 1966, to go to London where the much
talked-about International Congress was to be held. Somebody described Puxon’s initiative
as a ‘coup d’état’. And it was, but its consequences were advantageous and very
positive. In doing so he surprised members of the International Gypsy Committee
in Paris by organising a large cultural festival on Easter Monday in 1971 at
Hampstead Heath, which is one of the most beautiful and semi-wild parks on the outskirts of London, occupying
more than 320 hectares. This aroused
media interest in those who had made known the importance of this global gathering
which would later take place in Chelsfield.
The
presence of the ‘gadchés’ had to be
banned from the Congress
The organisers were very clear that if any
non-gypsy researchers, historians, sociologists or members of humanitarian or
charitable organisations were to take part in the Congress they would unquestionably
prejudice its results and would inhibit those gypsies present from speaking
with complete freedom about their present life and, above all, the future that
they wanted for our people. And they
were successful, to the extent that the food served to us during the days of
the Congress was prepared by a gypsy cook from a London hotel who took some of
his holiday leave to attend the Congress and make some food for us. But we could not disregard those persons
who were interested in accompanying us or simply wanted to know of our
intentions first-hand. To this end, Thomas Acton was
commissioned to organise an academic conference at the University of Oxford before the formal opening of the
Congress. Thus, those of us who took
part in the discussions at Chelsfield were free from any outside influence to
interpret how gypsies have genuinely lived out our past history and how we intended
to approach our future.
Besides Dr Acton, who was our best speaker at
the Congress, this academic meeting was attended
on our part by the great gypsy writer and brilliant storyteller Mateo Maximoff, one of whose novels Le Prix de La Liberté had been
translated into more than fifteen languages, participated in this academic
meeting, as well as Jan Kochanowski,
our most highly regarded linguist and expert in the dialect variants of Baltic,
Ukrainian and Russian gypsies. Ian
Hancock, one of our most illustrious representatives, professor at the
University of Texas and a great linguist who was our representative at the
United Nations under the presidency of Bill
Clinton also attended the conference at the University of Oxford.
April
8th, the best showcase of our presence in the world
It was at the 1990 International
Romani Union Congress, in Warsaw, when we decided that April 8th was
the most noted date for establishing
an International Romani Day. On that date in 1971, a new era in the thousand-year
history of the gypsy people began. And
today, almost 30 years after making this agreement and 48 years since the
holding of the Congress in London we are able to ensure that the International
Romani Day is on the agenda of all of the world’s democratic governments. And our country, a pioneer in so many new
things relating to gypsies and Spanish gypsies, once again leads the countries of the
European Union. The Spanish government, for its part, in the Council of
Ministers of 6th April 1998 approved the acknowledgment of April 8th
as International Romani Day. On this day
the rivers of Spain, as well as many others in France, the United Kingdom,
Italy, Germany, the Americas and even in Russia flowed carrying flower petals
on their surface. A symbol of beauty and colour that has crossed frontiers
without asking anybody for permission because the waters have no owner and
borders are an invention that one day should play a role other than that of the
repression of freedom.
The 1971 Congress in London has now passed into
history. But if should it occupy a
prominent place in the consciences of all civilised humans for any reason it
should be for establishing a flag which has only two colours. A blue stripe above
which symbolises the only roof that protects all of we gypsies in the world, and
a green stripe at the bottom to show that beyond the harsh eyes of exclusionary nationalisms,
we are citizens of the world. A simple
faith, fraternal and beautiful that all citizens, gypsy or not, should make
their own.
This English translation has been possible thanks to the PerMondo project: Free translation of website and documents for non-profit organisations. A project managed by Mondo Agit. Translator: Andrew Agrafojo.
Mateo Maximoff y Grattan Puxon in London on april 1971 / Eva Davidová
It
was April 1971. General Franco was still alive. It would be another five years
before he left this world and his body was taken to the Valle de los Caídos. I was fifty years younger than I am
today and had arrived in Barcelona from my native Andalusia not long before. I
was young, very young, full of anger and strength to try and find ways of
putting an end to the state of marginalisation and abandonment in which the
majority of Spanish gypsies lived. And I
took advantage of the invitation from Caritas
Diocesana de Barcelona in order to settle into the Ciudad Condal and from here start what would what would soon be the
embryo of the powerful gypsy movement that we have in our country today.
The
Church or the Falange
For many years, especially during the final
years of Francoism,
there were only two institutions which enjoyed a certain freedom to say things
that the ruling Regime would not like. Denouncing injustices, demanding a more
prominent role for workers in decision making, highlighting the extreme
poverty in which thousands of Spanish people were still living would earn those who led
this struggle a prison sentence. I knew
this well because they had warned me on occasion. For
this reason, as can be easily understood, I preferred to seek refuge under the
protection under the umbrella of the Church and this is how some committed
gypsies began to shed the load that had for centuries weighed upon us,
condemning us to the most painful marginalisation: poverty and illiteracy.
How
the London Congress Was Conceived
This explained why one day I received an
invitation from the self-proclaimed
International Gypsy Committee, based in Paris and led by brothers Vanko and Léulea Rouda. A few months
before I was visited by Donald Kenrick,
an Englishman who appeared one day in Barcelona with his daughter, a young girl
who at that time would have been 12 or 13 years old. Both presented the typical
preconceived image that we had of English people. Golden blond hair, friendly,
ceremonial in their ways, and decked out in clothes that showed an unkempt elegance. He told
me that he was preparing an international meeting of gypsy leaders from all
over the world which gypsies from the Soviet Union would attend for the first
time. I admit that this announcement excited me because it felt that this would
be the opportunity to know first-hand what life was like for gypsies in the
rest of the world. Donald Kenrick was an
exceptional linguist who could translate more than fifty languages and spoke
some thirty fluently, including Catalan.
In addition to him two influential public figures contributed to this
project becoming a reality with much success: they were Dr Thomas Acton, a professor at the University of Oxford and an expert
in gypsy language and culture, and Grattan
Puxon, an English activist who held the post of Secretary General of the
Congress.
UNESCO
was left to seize the organisation of the Congress
Vanko Rouda was determined to hold a major
Congress at the UNESCO Palace in Paris, in which the world’s most important
gypsies in Romani intelligentsia would participate. It was his intention that the
Council of Europe would take the first step towards the institutional
acknowledgement of gypsy people. But the
talks dragged on which led Grattan Puxon to convince the members of the Gypsy
Council of Great Britain, founded in 1966, to go to London where the much
talked-about International Congress was to be held. Somebody described Puxon’s initiative
as a ‘coup d’état’. And it was, but its consequences were advantageous and very
positive. In doing so he surprised members of the International Gypsy Committee
in Paris by organising a large cultural festival on Easter Monday in 1971 at
Hampstead Heath, which is one of the most beautiful and semi-wild parks on the outskirts of London, occupying
more than 320 hectares. This aroused
media interest in those who had made known the importance of this global gathering
which would later take place in Chelsfield.
The
presence of the ‘gadchés’ had to be
banned from the Congress
The organisers were very clear that if any
non-gypsy researchers, historians, sociologists or members of humanitarian or
charitable organisations were to take part in the Congress they would unquestionably
prejudice its results and would inhibit those gypsies present from speaking
with complete freedom about their present life and, above all, the future that
they wanted for our people. And they
were successful, to the extent that the food served to us during the days of
the Congress was prepared by a gypsy cook from a London hotel who took some of
his holiday leave to attend the Congress and make some food for us. But we could not disregard those persons
who were interested in accompanying us or simply wanted to know of our
intentions first-hand. To this end, Thomas Acton was
commissioned to organise an academic conference at the University of Oxford before the formal opening of the
Congress. Thus, those of us who took
part in the discussions at Chelsfield were free from any outside influence to
interpret how gypsies have genuinely lived out our past history and how we intended
to approach our future.
Besides Dr Acton, who was our best speaker at
the Congress, this academic meeting was attended
on our part by the great gypsy writer and brilliant storyteller Mateo Maximoff, one of whose novels Le Prix de La Liberté had been
translated into more than fifteen languages, participated in this academic
meeting, as well as Jan Kochanowski,
our most highly regarded linguist and expert in the dialect variants of Baltic,
Ukrainian and Russian gypsies. Ian
Hancock, one of our most illustrious representatives, professor at the
University of Texas and a great linguist who was our representative at the
United Nations under the presidency of Bill
Clinton also attended the conference at the University of Oxford.
April
8th, the best showcase of our presence in the world
It was at the 1990 International
Romani Union Congress, in Warsaw, when we decided that April 8th was
the most noted date for establishing
an International Romani Day. On that date in 1971, a new era in the thousand-year
history of the gypsy people began. And
today, almost 30 years after making this agreement and 48 years since the
holding of the Congress in London we are able to ensure that the International
Romani Day is on the agenda of all of the world’s democratic governments. And our country, a pioneer in so many new
things relating to gypsies and Spanish gypsies, once again leads the countries of the
European Union. The Spanish government, for its part, in the Council of
Ministers of 6th April 1998 approved the acknowledgment of April 8th
as International Romani Day. On this day
the rivers of Spain, as well as many others in France, the United Kingdom,
Italy, Germany, the Americas and even in Russia flowed carrying flower petals
on their surface. A symbol of beauty and colour that has crossed frontiers
without asking anybody for permission because the waters have no owner and
borders are an invention that one day should play a role other than that of the
repression of freedom.
The 1971 Congress in London has now passed into
history. But if should it occupy a
prominent place in the consciences of all civilised humans for any reason it
should be for establishing a flag which has only two colours. A blue stripe above
which symbolises the only roof that protects all of we gypsies in the world, and
a green stripe at the bottom to show that beyond the harsh eyes of exclusionary nationalisms,
we are citizens of the world. A simple
faith, fraternal and beautiful that all citizens, gypsy or not, should make
their own.
This English translation has been possible thanks to the PerMondo project: Free translation of website and documents for non-profit organisations. A project managed by Mondo Agit. Translator: Andrew Agrafojo.
Mateo Maximoff y Grattan Puxon en Londres en abril de 1971 / Eva Davidová
Corría el mes de abril de 1971. El general Franco seguía
vivo. Aún tenían que pasar casi cinco años para que abandonara este mundo y su
cuerpo fuera llevado al Valle de los Caídos. Yo tenía 50 años menos de los que
tengo ahora y hacía poco tiempo que había llegado a Barcelona desde mi
Andalucía natal. Era joven, muy joven, lleno de rabia y de fuerza para tratar
de encontrar medios que pusieran fin al estado de marginación y abandono en que
vivían la mayoría de los gitanos españoles. Y aproveché la invitación que me
habían hecho desde Cáritas Diocesana de Barcelona para que me instalara en la
Ciudad Condal y que desde aquí iniciara lo que en poco tiempo sería el embrión
del pujante movimiento gitano que hoy tenemos en nuestro país.
La Iglesia o la Falange
Durante muchos años, especialmente en las postrimerías del
franquismo, solo había dos instituciones que gozaban de una cierta libertad
para decir cosas que al Régimen gobernante pudieran no gustarle. Denunciar
injusticias, reivindicar el protagonismo de los trabajadores en la toma de
decisiones, poner de manifiesto la extrema pobreza en la que aún vivían miles
de españoles podía costarle la cárcel a quienes lideraban esa lucha. Yo lo sabía
bien porque ya me habían advertido en alguna ocasión. Por esa razón, como es
fácilmente entendible, preferí ampararme bajo el paraguas de la Iglesia y así
fue como algunos gitanos comprometidos empezamos a remover la losa que desde
hacía tantos siglos pesaba sobre nosotros condenándonos a la marginación más
dolorosa: la de la pobreza y el analfabetismo.
Como se gestó el
Congreso de Londres
Esto justificó el que un día recibiera una invitación de un
autodenominado Comité Internacional
Gitano, residenciado en París, y dirigido por los hermanos Vanko y Léulea Rouda. Unos meses antes
me visitó Donald Kenrick, un
ciudadano inglés que un día apareció por Barcelona acompañado de su hija, una
jovencita que a la sazón debería tener unos 12 o 13 años. Ambos ofrecían la
típica imagen que tenemos preconcebida de los ciudadanos ingleses. Rubios como
el oro, amables y ceremoniosos en las formas, y ataviados con ropa que
mostraban una descuidada elegancia. Me anunció que se estaba preparando un
encuentro internacional de líderes gitanos de países de todo el mundo donde por
primera vez asistirían gitanos procedentes de la Unión Soviética. Confieso que
este anuncio me ilusionó porque intuía que así tendría la oportunidad de
conocer de primera mano como era la vida de los gitanos en el resto del mundo.
Donald Kenrick era un lingüista excepcional que podía traducir más de 50
idiomas y que hablaba con soltura una treintena de ellos, incluido el catalán.
Junto a él dos personalidades decisivas contribuyeron con gran eficacia a que
aquel proyecto se convirtiera en una realidad: Fueron el Dr. Thomas Acton, catedrático en la
universidad de Oxford y experto en lengua y cultura gitana, así como Grattan Puxon un activista inglés que
ocupó la Secretaría General del Congreso.
La UNESCO se dejó
arrebatar la organización del Congreso
Vanko Rouda estaba empeñado en celebrar en el Palacio de la
UNESCO de París un gran Congreso en el que debían participar los gitanos más
significados de la intelectualidad romaní del mundo. Él pretendía que el Consejo
de Europa diera el primer paso para el reconocimiento institucional del pueblo
gitano. Pero las negociaciones se eternizaban lo que propició que Grattan Puxon
convenciera a los miembros del Consejo Gitano del Reino Unido, fundado en 1966,
para que fuera en Londres donde se celebrara el soñado Congreso Internacional.
Alguien calificó la iniciativa de Puxon como un ‘golpe de Estado’. Y lo fue,
pero sus consecuencias fueron providenciales y altamente positivas. Para ello
sorprendió a los integrantes del Comité Internacional Gitano de Paris
organizando un gran festival cultural el lunes de Pascua de 1971 en Hampstead
Heath que es uno de los parques naturales de las afueras de Londres más
hermosos y semisalvajes. Tiene más de 320 hectáreas. Esto concitó el interés de
los medios de comunicación a los que se hizo saber la importancia del encuentro
mundial que tendría lugar posteriormente en Chelsfield.
Había que impedir la
presencia de los ‘gadchés’ en el Congreso
Los organizadores tenían muy claro que, si los
investigadores, historiadores, antropólogos, sociólogos o miembros de las
organizaciones humanitarias o caritativas que no fueran gitanos participaban en
el Congreso, condicionarían absolutamente sus resultados y supondrían un freno
para que los gitanos presentes hablaran con absoluta libertad de su presente y
sobre todo, del futuro que querían para nuestro pueblo. Y lo consiguieron. A
tal extremo que hasta la comida que nos sirvieron durante los días del Congreso
fue hecha por un cocinero gitano de un hotel londinense que cogió unos días de
sus vacaciones para asistir al congreso y hacernos la comida.
Pero no podíamos desatender a las personas que habían
mostrado interés en acompañarnos o que simplemente querían conocer de primera
mano lo que pretendíamos. Y para ello se le encargó a Thomas Acton que
organizara una conferencia académica en la Universidad
de Oxford, antes de la apertura formal del Congreso. De esta forma quienes
participábamos en las discusiones de Chelsfield estábamos libres de sufrir cualquier
influencia extraña para interpretar la genuina manera con que los gitanos
habíamos vivido nuestra historia pasada y como pretendíamos enfocar nuestro
futuro.
A este encuentro académico acudieron por nuestra parte,
además del Dr. Acton, que fue nuestro mejor relator del Congreso, el gran
escritor gitano Mateo Maximoff,
brillante narrador, una de cuyas novelas ‘Le
Prix de la liberté’ ha sido traducida a más de 15 idiomas, así como Jan Kochanowski, nuestro más acreditado
lingüista experto en las variantes dialectales de los gitanos bálticos,
ucranianos y rusos. Ian Hancock, uno
de nuestros más ilustres representantes, profesor en la Universidad de Texas,
gran lingüista y nuestro representante en las Naciones Unidas bajo el mandato
de Bill Clinton también acudió a la
conferencia de la Universidad de Oxford.
El 8 de abril, el
mejor escaparate de nuestra presencia en el mundo
Fue en el Congreso de la Unión Romaní Internacional celebrado en Varsovia en el año 1990
cuando decidimos que el 8 de abril era la fecha más señalada para establecer un
Día Internacional del Pueblo Gitano. En esa fecha de 1971 se inició la nueva
era de la milenaria historia del pueblo gitano. Y hoy, trascurridos casi 30
años de haber tomado ese acuerdo y 48 de la celebración del Congreso de Londres
podemos asegurar que el Día
Internacional del Pueblo Gitano es una fecha que está en la agenda de todos
los gobiernos democráticos del mundo. Y nuestro país, pionero en tantas cosas
novedosas referidas a los gitanos y gitanas españoles, una vez más se ha
colocado a la cabeza del resto de los países de la Unión Europea. El Gobierno
de España, por su parte, en el Consejo de Ministros del día seis de abril de 2018
aprobó el reconocimiento del 8 de abril como Día del Pueblo Gitano.
En ese día los ríos de España, como muchos otros en Francia,
en el Reino Unido, en Italia, en Alemania, en las dos Américas y hasta en Rusia
han discurrido portando en su superficie pétalos de flores. Símbolo de belleza
y colorido que han atravesado fronteras sin pedirle permiso a nadie porque las
aguas no tienen dueño y las fronteras son un invento que alguna vez deberían
tener una función diferente a la de represión de la libertad.
El Congreso de Londres de 1971 ya ha pasado a la historia.
Pero si por algo debiera ocupar un lugar destacado en las conciencias de todos
los seres humanos civilizados es por haber instituido una bandera que tiene
solo dos colores. Una franja azul arriba simbolizando el único techo que nos
ampara a todos los gitanos del mundo, y otra franja verde abajo para poner de
manifiesto que por encima de las miradas torvas de los nacionalismos
excluyentes, somos ciudadanos del mundo.
Una fe sencilla, fraterna y hermosa que todos los ciudadanos, gitanos y no gitanos, deberían hacer suya.
El presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, conmemorando el Día Internacional del Pueblo Gitano / EFE
El presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, ha
mostrado este lunes su apoyo al pueblo gitano, de quien ha destacado su
‘cultura milenaria’, que contribuye a enriquecer el ‘patrimonio común’ desde
múltiples ámbitos como el lingüístico, el identitario o el cultural.
‘La Comunidad de Madrid estará siempre junto a vosotros’, ha
asegurado el presidente regional durante su intervención en el acto celebrado
en la Real Casa de Correos, sede del gobierno regional, con motivo de la
celebración del Día Internacional del Pueblo Gitano.
Garrido ha subrayado que los madrileños ‘nos sentimos
orgullosos de vivir en una región abierta y plural’, en la que tiene cabida ‘el
pueblo gitano’. Para el presidente regional fechas como hoy ‘contribuyen a
estrechar aún más si cabe los lazos con el pueblo gitano’, y ha ensalzado los
avances en materia de integración y de conocimiento mutuo ‘como no se había
hecho en los seis siglos precedentes’.
Aún así, ha dicho Garrido, ‘aún subsisten algunos
estereotipos ancestrales que siguen relegando a los gitanos, una de las
minorías más antiguas, numerosas y a la vez más desconocidas de España’. El
acto ha culminado con el himno internacional gitano y su bandera colgada en el
balcón principal de Real Casa de Correos, que se iluminará esta noche con los
colores de la enseña.
Entrega de la bandera del Pueblo Gitano a Adelina Jiménez / Sociedad
Con motivo de la celebración del Día Internacional del
Pueblo Gitano, el candidato al Congreso de los Diputados por Huesca, Mario
Garcés, y el candidato por Huelva, Juan José Cortés, visitaban en la Residencia
Torrefuentes de Monzón para rendir un homenaje a Adelina Jiménez, la primera
gitana española en obtener el título de maestra nacional. Iban acompañados del
candidato a la alcaldía de Monzón, Isaac Claver, y miembros de su lista.
Los candidatos entregaban a Adelina la bandera del pueblo gitano con los colores azul y verde, que representan el cielo y la tierra que es su casa, además de una placa de recuerdo de la visita.
Jiménez mostraba su admiración por Cortés del que decía era
un gitano bueno y señalaba que era importante que entrara en el Congreso. Antes
los candidatos, atendían a los medios, donde Garcés recordaba que en su etapa
como Secretario de Estado de Asuntos Sociales promovió la igualdad efectiva
entre hombres y mujeres y se preocupó para que la mujer gitana tuviera un papel
relevante.
Por su parte, Cortés reseñaba que venía de hablar en Jaca de
la prisión permanente revisable y hablaba de Adelina como un ejemplo para su
comunidad. Antes de llegar a Monzón, hacían parada en Barbastro para visitar la
estatua de “El Pelé”, el primer gitano beatificado.
Juan de Dios Ramírez-Heredia durante un momento de su charla ante los asistentes a las jornadas de Burgos / U.R
Las jornadas de ‘Igualdad de Trato y No Discriminación en la Comunidad Gitana en Exclusión’, organizadas por Unión Romaní en colaboración con la Universidad de Burgos, llegaron el jueves día 4 de abril a su final en la Facultad de Educación con las dos últimas ponencias y tras tres intensos días de formación teórica y práctica.
La primera de las sesiones estuvo a cargo Esther Consolación
González, profesora de la Universidad de Valladolid, psicopedagoga de la
Gerencia de Servicios Sociales de Castilla y León y coordinadora del Centro de
Educación Juvenil para la Salud en Valladolid, que disertó sobre la gestión de
los conflictos vistos desde una perspectiva inclusiva e intercultural.
González remarcó la importancia de “detectar y conocer” el
conflicto en primer lugar, para poder luego “trabajar en la solución”, y apuntó
a la “comunicación y la empatía” como pilares fundamentales para llevar
cualquier problema a buen término. En el caso de la comunidad gitana, insistió
además en que el mediador debe aprender sobre sus valores y preguntarse “cómo
se entiende el conflicto desde otra cultura”.
En este sentido, se refirió a la figura del ‘hombre de
respeto’ en la minoría gitana, también conocido como ‘patriarca’, que “facilita
mucho las intervenciones que se llevan a cabo desde los servicios sociales” al
actuar como intermediario reconocido por todas las partes. Y para finalizar su exposición teórica, antes
de iniciar una dinámica grupal, concluyó con una advertencia: “No prometáis
nunca cosas que no vayáis a ser capaces de cumplir. Si como mediadores faltamos
a nuestra palabra, ahí ya sí que hemos perdido”.
Posteriormente, en la sesión práctica hizo que los asistentes analizaran distintas noticias publicadas por medios de comunicación sobre los gitanos, para que observaran el lenguaje utilizado, así como los estereotipos y prejuicios. A continuación, se llevó a cabo una puesta en común con todas las conclusiones.
Poco después, el broche final lo puso Juan de Dios Ramírez Heredia, que cerró las jornadas con una conferencia titulada ‘Aspectos sociológicos de la comunidad gitana’.
Presidente de Unión Romaní y del Instituto Romanó de los
Servicios Sociales, además de maestro, periodista, abogado y Doctor Honoris
Causa por la Universidad de Cádiz, entre otros muchos cargos y
responsabilidades tanto a nivel nacional como internacional, el que fuera
también primer diputado gitano de España comenzó haciendo una reflexión sobre
el concepto de minoría gitana y destacó que pese a ser visible en comparación
con otras “se nos ve pero nadie sabe quiénes somos”. En concreto, apuntó al
desconocimiento de “la cultura, los valores y la historia íntima” de esta
comunidad, a pesar de lo cual ha sabido sobrevivir y mantener su identidad
entre mucha adversidad.
“¿Cómo es posible que este pueblo analfabeto y maltratado a
lo largo de la historia haya podido conservar su sentimiento de pertenencia,
sus leyes fundamentales, su sentido de la vida y su idioma?”, se preguntaba.
“Muchos intelectuales se extrañan de que no hayamos desaparecido” entre tantas
dificultades, apostilló. A este respecto, hizo un repaso por el origen y la
llegada a Europa y a España de los gitanos, deteniéndose en las persecuciones
que han sufrido y el tratamiento recibido por parte de los distintos poderes
públicos a lo largo de la historia.
Finalmente, y tras intercalar algunas de sus vivencias
personales durante toda la conferencia, explicó el sistema que ha puesto en marcha
Unión Romaní para enseñar la lengua gitana a los jóvenes, el romanó, y que se
fundamenta en la formación de pequeños grupos de alumnos con profesores gitanos
de diversos países europeos y reconocido prestigio. Como despedida, mostró su satisfacción por el
hecho de que cuatro gitanos vayan en las listas de distintos partidos políticos
a las próximas elecciones generales (Ismael Cortés, Sara Giménez, Beatriz
Carrillo y Juan José Cortés: “Se están recogiendo los frutos de lo sembrado”,
afirmó.
El objetivo de estas jornadas es que educadores, sanitarios,
trabajadores sociales y estudiantes de estas disciplinas adquieran las
competencias y conocimientos necesarios para aplicarlos en sus intervenciones
con familias gitanas en contextos desfavorecidos, con el fin de que puedan
desarrollar su trabajo con mayor calidad y garantía de éxito.
Las mismas están financiadas por el Ministerio de Sanidad,
Consumo y Bienestar Social y se vienen realizando desde hace más de 16 años por
toda la geografía española en colaboración con numerosas universidades.
Cartel de la FAGIC para las actividades del 8 de Abril / FAGIC
La Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña organiza
un año más un conjunto de actividades para conmemorar el Dia del Pueblo Gitano.
Unos días antes del 8 de abril, pero sobre todo el próximo lunes 8, se celebran
en la ciudad de Barcelona algunas actividades para el reconocimiento de los gitanos,
su historia, su lengua y su cultura.
El lunes 8 de abril a las 11h, en el Parlament de Cataluña
se celebra el acto institucional con la participación y los parlamentos de
Roger Torrent, presidente del Parlament de Catalunya, Simón Montero, presidente
de la FAGiC, Paquita Domingo, vicepresidenta de mujeres de la FAGiC, Ricard
Mari, delegado de la FAGiC en Tarragona y Susana Martínez, economista y
activista gitana. Se finalizará el acto con la interpretación del himno gitano
‘Gelem Gelem’ a cargo de Pedro el ‘Granaíno’.
Este día tiene una parte festiva conocida como ‘Ceremonia
del Riu’, en la cual los gitanos de todo el mundo se reúnen en los márgenes de
los ríos para celebrar de forma conjunta la ofrenda de flores donde las mujeres
lanzan pétalos de flores al agua como símbolo de libertad y del éxodo vivido
por el Pueblo Gitano hace más de mil años. A las 13h en el Rio Besós, tendrá
lugar dicha ceremonia donde los gitanos posan velas en los ríos y tiran pétalos
rojos en memoria de las víctimas que sufrieron las consecuencias del odio y los
ataques xenófobos y racistas y en recuerdo de nuestros antepasados,
especialmente del medio millón de gitanos asesinados durante el holocausto.
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