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Es la hora de la mujer gitana

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En algún momento tenía que llegar y, por fin, ha llegado. Las mujeres gitanas están diseñando el modelo de lo que debe ser su papel en la sociedad que les ha tocado vivir al tiempo en que quieren ser ellas las protagonistas de su destino y las administradoras de su libertad. Y están en su derecho de conseguirlo. Y nosotros, los hombres gitanos, no debemos impedirlo.

Tal vez el primero en dar la voz de alarma fue el gran escritor gitano Mateo Maximoff que nació en Barcelona en 1917 aunque él siempre tuvo la nacionalidad francesa. Su padre era un gitano ruso y su madre una gitana Manush de Francia. Escribió muchos libros, la mayoría de ellos traducidos a diversos idiomas, llevándose la palma su primera novela, que la escribió en rromanés (dialecto Kalderash) y en francés titulada ‘Le Prix de la liberté’ que fue traducida a 14 idiomas. Tuve la gran suerte de conocerle y de tratarle en muchas ocasiones. Incluso jugó un papel importantísimo en el I Congreso Europeo de la Juventud Gitana que se celebró en Barcelona en 1997. Le invité a que hablara en el marco incomparable del Paraninfo de la Universidad de Barcelona a más de 400 jóvenes gitanos venidos de toda Europa y sus palabras sonaron como clarines anunciadores de un nuevo tiempo. No necesitó Mateo Maximoff recurrir a grandes conceptos para describir, y al mismo tiempo denunciar la situación de la mujer gitana en cualquier parte del planeta. Él ya lo había escrito: “La mujer gitana, de niña y mientras permanece soltera, obedece a sus padres. De casada obedece a su marido. Y una vez mayor, cuando ha llegado a la plenitud de su vida consagrada a su familia, obedece a sus hijos”.

Pero los tiempos tenían que cambiar. Si la sociedad de los gachés (los no gitanos) había sido capaz de transformar los hábitos y costumbres opresores en los que había transcurrido la vida de la mujer “paya”, supeditada en todo a su marido y sin derecho a voto, las gitanas, cuyas condiciones de vida sufrían una doble marginación: una por ser mujer —como el resto de las no gitanas— y otra por ser gitana, igualmente tenía que producir su propia revolución.

Y la revolución empieza por la escuela

Debo reconocerlo, y así lo hago y lo público cada vez que tengo ocasión de hacerlo: la transformación de nuestro pueblo, al menos en lo que a mí respecta, empieza por el liderazgo que en mi familia ostentaba mi madre, que era una gitana analfabeta, ignorante absoluta de los “saberes cultos” de la sociedad, pero que tenía, llamémosle la intuición, de que el secreto para lograr una vida más libre y justa estaba en la escuela. Por eso me obligó desde niño a ir a la escuela gratuita de “La Salle” que había en mi pueblo, Puerto Real, y más tarde, cuando ya estaba en condiciones de ganar algún dinerillo acompañando a uno de mis tíos a pelar a los burros y caballos del campo circundante, renunció a ese alivio empeñándose en que estudiara con los Salesianos lo que entonces se denominaba “maestría industrial”. Sin duda alguna fue mi madre, una mujer gitana, la que sentó las bases de mi propia transformación personal.

Donde y cuando empieza el germen del protagonismo femenino gitano en España

Adelina Jiménez

No haré referencia a los gitanos de mi edad que traté siendo muy joven en Andalucía. Ellos fueron tan protagonistas como pudiera serlo yo en el inicio de nuestro movimiento de liberación. Hoy toca hablar de las mujeres, y la primera de todas ellas se llama Adelina Jiménez Jiménez. La conocí en Madrid, en pleno franquismo. Yo tenía 20 años y ella era una gitana aragonesa que estudiaba tercer año de Magisterio. Terminó la carrera y ejerció durante muchos años su actividad como maestra en su tierra. Pero la figura de Adelina, en aquellos años de falta de libertades en nuestro país, la  utilizábamos todos para animar a nuestras niñas a que siguieran sus pasos. ¡Con que orgullo la presentábamos como gitana y como maestra, miembro de una comunidad donde el índice de analfabetismo superaba el 80%! Ella ganó la plaza de maestra nacional en unas reñidas oposiciones y el Consejo de Ministros le otorgó en el año 2007 la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.

Asociacionismo y mujer gitana

Comprenderá el lector amable, y sobre todo los gitanos y las gitanas que lean estas líneas, que no haga referencia a las muchísimas gitanas que he conocido a lo largo de mi vida y que cada una de ellas, jóvenes o mayores, solteras o casadas, pobres o menos pobres, han puesto su granito de arena para lograr el espacio de reconocimiento que hemos logrado. Todas ellas merecen un libro.

Dolores Fernández

Pero en el mundo del asociacionismo, antesala de lo que luego fueron los partidos políticos ya en democracia, ocupa el primer puesto Dolores Fernández Fernández, (nuestra Loli) gitana granadina, que fue la primera mujer gitana fundadora y presidenta de una asociación de mujeres. Conocí a su madre y a sus hermanos en un importante pueblo de la mancomunidad barcelonesa: Sant Joan Despí. Desde el primer momento supe que aquella mujer, que podía ser mi madre, lo era de futuras líderes de nuestro pueblo. Junto a Loli, su hermana Paqui, abogada, preside y dirige el Centro Sociocultural Gitano Andaluz de Granada.

Hoy son abundantes en toda España las asociaciones de mujeres gitanas lideradas por ellas mismas. Pero la Asociación de Mujeres gitanas ROMI fue la primera.

Mujeres gitanas profesionales

En 1977 el Instituto de Sociología Aplicada de Madrid publicó su Libro Blanco de los gitanos españoles. En él se dice que el 80% de nuestra población era analfabeta. Las últimas investigaciones que merecen crédito dicen que entre el uno y el dos por ciento de la población gitana española mayor de edad accede a los estudios universitarios. Es decir que unas 600 personas gitanas son tituladas superiores o están cursando estudios en las universidades españolas. Pero, ¡ojo al dato!, como diría el gran José María García, el 65% de toda esta población gitana universitaria ¡son mujeres!

Carmen Santiago

Y llegados a este punto debería hacer mención a las muchas mujeres gitanas que conozco y que desarrollan su trabajo en el campo de la enseñanza —incluida la universitaria—, del derecho o de la medicina. Sin olvidar a las profesionales de la pintura, de la alta costura o del mundo del arte, vivero inagotable donde el protagonismo de la mujer gitana no tiene competencia. Sin embargo, como he hecho con anterioridad, también aquí quisiera destacar la figura de otra mujer, pionera en la lucha por la defensa de nuestros derechos tantas veces conculcados: Me refiero a Carmen Santiago Reyes, abogada en ejercicio, que nació en Salamanca pero que pronto hizo de Córdoba su hogar de residencia.

Hace 30 años que Carmen se licenció en Derecho y desde el primer día comprometió su quehacer profesional con la actividad reivindicadora de los derechos tantas veces violentados de nuestra comunidad. Hasta que llegó el momento cumbre en que Carmen, junto a mí y a Diego Luis Fernández, los tres abogados, asumimos la defensa de las familias gitanas que fueron maltratadas y violentamente agredidas en Cortegana (Huelva) por un grupo numeroso de vecinos borrachos de odio y cegados por el racismo.

El juicio oral se desarrolló en el Palacio de Justicia de Huelva. La expectación era grande. Hasta la policía de entonces, montada a caballo, rodeó la sede judicial para prevenir cualquier tipo de altercado. En realidad, nunca supe si las fuerzas de orden público acudieron con sus armas y escudos para protegernos a los gitanos de los envalentonados racistas, o para proteger a los alborotadores de la justa indignación que nos embargaba a los gitanos.

Era un placer ver a Carmen, con su toga bien colocada, flanqueada por Diego y por mí, haciendo que la voz de una mujer gitana sonara con autoridad entre los muros de aquel lugar de donde la gente sale feliz cuando es absuelta o llorando y apesadumbrada cuando un juez la manda a la cárcel.

Sin duda alguna, entre otras mujeres gitanas de su época, quienes pusieron en marcha el reloj de la hora de la mujer gitana fueron: Adelina Jiménez, la primera gitana Maestra Nacional de nuestro país, Dolores Fernández, a la cabeza del movimiento asociativo gitano y Carmen Santiago, nuestra pionera abogada que rompió el maledicente dicho de que nosotros “mandamos menos que un gitano en un juzgado”.

Es la hora de la mujer gitana

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En algún momento tenía que llegar y, por fin, ha llegado. Las mujeres gitanas están diseñando el modelo de lo que debe ser su papel en la sociedad que les ha tocado vivir al tiempo en que quieren ser ellas las protagonistas de su destino y las administradoras de su libertad. Y están en su derecho de conseguirlo. Y nosotros, los hombres gitanos, no debemos impedirlo.

Tal vez el primero en dar la voz de alarma fue el gran escritor gitano Mateo Maximoff que nació en Barcelona en 1917 aunque él siempre tuvo la nacionalidad francesa. Su padre era un gitano ruso y su madre una gitana Manush de Francia. Escribió muchos libros, la mayoría de ellos traducidos a diversos idiomas, llevándose la palma su primera novela, que la escribió en rromanés (dialecto Kalderash) y en francés titulada ‘Le Prix de la liberté’ que fue traducida a 14 idiomas. Tuve la gran suerte de conocerle y de tratarle en muchas ocasiones. Incluso jugó un papel importantísimo en el I Congreso Europeo de la Juventud Gitana que se celebró en Barcelona en 1997. Le invité a que hablara en el marco incomparable del Paraninfo de la Universidad de Barcelona a más de 400 jóvenes gitanos venidos de toda Europa y sus palabras sonaron como clarines anunciadores de un nuevo tiempo. No necesitó Mateo Maximoff recurrir a grandes conceptos para describir, y al mismo tiempo denunciar la situación de la mujer gitana en cualquier parte del planeta. Él ya lo había escrito: “La mujer gitana, de niña y mientras permanece soltera, obedece a sus padres. De casada obedece a su marido. Y una vez mayor, cuando ha llegado a la plenitud de su vida consagrada a su familia, obedece a sus hijos”.

Pero los tiempos tenían que cambiar. Si la sociedad de los gachés (los no gitanos) había sido capaz de transformar los hábitos y costumbres opresores en los que había transcurrido la vida de la mujer “paya”, supeditada en todo a su marido y sin derecho a voto, las gitanas, cuyas condiciones de vida sufrían una doble marginación: una por ser mujer —como el resto de las no gitanas— y otra por ser gitana, igualmente tenía que producir su propia revolución.

Y la revolución empieza por la escuela

Debo reconocerlo, y así lo hago y lo público cada vez que tengo ocasión de hacerlo: la transformación de nuestro pueblo, al menos en lo que a mí respecta, empieza por el liderazgo que en mi familia ostentaba mi madre, que era una gitana analfabeta, ignorante absoluta de los “saberes cultos” de la sociedad, pero que tenía, llamémosle la intuición, de que el secreto para lograr una vida más libre y justa estaba en la escuela. Por eso me obligó desde niño a ir a la escuela gratuita de “La Salle” que había en mi pueblo, Puerto Real, y más tarde, cuando ya estaba en condiciones de ganar algún dinerillo acompañando a uno de mis tíos a pelar a los burros y caballos del campo circundante, renunció a ese alivio empeñándose en que estudiara con los Salesianos lo que entonces se denominaba “maestría industrial”. Sin duda alguna fue mi madre, una mujer gitana, la que sentó las bases de mi propia transformación personal.

Donde y cuando empieza el germen del protagonismo femenino gitano en España

Adelina Jiménez

No haré referencia a los gitanos de mi edad que traté siendo muy joven en Andalucía. Ellos fueron tan protagonistas como pudiera serlo yo en el inicio de nuestro movimiento de liberación. Hoy toca hablar de las mujeres, y la primera de todas ellas se llama Adelina Jiménez Jiménez. La conocí en Madrid, en pleno franquismo. Yo tenía 20 años y ella era una gitana aragonesa que estudiaba tercer año de Magisterio. Terminó la carrera y ejerció durante muchos años su actividad como maestra en su tierra. Pero la figura de Adelina, en aquellos años de falta de libertades en nuestro país, la  utilizábamos todos para animar a nuestras niñas a que siguieran sus pasos. ¡Con que orgullo la presentábamos como gitana y como maestra, miembro de una comunidad donde el índice de analfabetismo superaba el 80%! Ella ganó la plaza de maestra nacional en unas reñidas oposiciones y el Consejo de Ministros le otorgó en el año 2007 la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.

Asociacionismo y mujer gitana

Comprenderá el lector amable, y sobre todo los gitanos y las gitanas que lean estas líneas, que no haga referencia a las muchísimas gitanas que he conocido a lo largo de mi vida y que cada una de ellas, jóvenes o mayores, solteras o casadas, pobres o menos pobres, han puesto su granito de arena para lograr el espacio de reconocimiento que hemos logrado. Todas ellas merecen un libro.

Dolores Fernández

Pero en el mundo del asociacionismo, antesala de lo que luego fueron los partidos políticos ya en democracia, ocupa el primer puesto Dolores Fernández Fernández, (nuestra Loli) gitana granadina, que fue la primera mujer gitana fundadora y presidenta de una asociación de mujeres. Conocí a su madre y a sus hermanos en un importante pueblo de la mancomunidad barcelonesa: Sant Joan Despí. Desde el primer momento supe que aquella mujer, que podía ser mi madre, lo era de futuras líderes de nuestro pueblo. Junto a Loli, su hermana Paqui, abogada, preside y dirige el Centro Sociocultural Gitano Andaluz de Granada.

Hoy son abundantes en toda España las asociaciones de mujeres gitanas lideradas por ellas mismas. Pero la Asociación de Mujeres gitanas ROMI fue la primera.

Mujeres gitanas profesionales

En 1977 el Instituto de Sociología Aplicada de Madrid publicó su Libro Blanco de los gitanos españoles. En él se dice que el 80% de nuestra población era analfabeta. Las últimas investigaciones que merecen crédito dicen que entre el uno y el dos por ciento de la población gitana española mayor de edad accede a los estudios universitarios. Es decir que unas 600 personas gitanas son tituladas superiores o están cursando estudios en las universidades españolas. Pero, ¡ojo al dato!, como diría el gran José María García, el 65% de toda esta población gitana universitaria ¡son mujeres!

Carmen Santiago

Y llegados a este punto debería hacer mención a las muchas mujeres gitanas que conozco y que desarrollan su trabajo en el campo de la enseñanza —incluida la universitaria—, del derecho o de la medicina. Sin olvidar a las profesionales de la pintura, de la alta costura o del mundo del arte, vivero inagotable donde el protagonismo de la mujer gitana no tiene competencia. Sin embargo, como he hecho con anterioridad, también aquí quisiera destacar la figura de otra mujer, pionera en la lucha por la defensa de nuestros derechos tantas veces conculcados: Me refiero a Carmen Santiago Reyes, abogada en ejercicio, que nació en Salamanca pero que pronto hizo de Córdoba su hogar de residencia.

Hace 30 años que Carmen se licenció en Derecho y desde el primer día comprometió su quehacer profesional con la actividad reivindicadora de los derechos tantas veces violentados de nuestra comunidad. Hasta que llegó el momento cumbre en que Carmen, junto a mí y a Diego Luis Fernández, los tres abogados, asumimos la defensa de las familias gitanas que fueron maltratadas y violentamente agredidas en Cortegana (Huelva) por un grupo numeroso de vecinos borrachos de odio y cegados por el racismo.

El juicio oral se desarrolló en el Palacio de Justicia de Huelva. La expectación era grande. Hasta la policía de entonces, montada a caballo, rodeó la sede judicial para prevenir cualquier tipo de altercado. En realidad, nunca supe si las fuerzas de orden público acudieron con sus armas y escudos para protegernos a los gitanos de los envalentonados racistas, o para proteger a los alborotadores de la justa indignación que nos embargaba a los gitanos.

Era un placer ver a Carmen, con su toga bien colocada, flanqueada por Diego y por mí, haciendo que la voz de una mujer gitana sonara con autoridad entre los muros de aquel lugar de donde la gente sale feliz cuando es absuelta o llorando y apesadumbrada cuando un juez la manda a la cárcel.

Sin duda alguna, entre otras mujeres gitanas de su época, quienes pusieron en marcha el reloj de la hora de la mujer gitana fueron: Adelina Jiménez, la primera gitana Maestra Nacional de nuestro país, Dolores Fernández, a la cabeza del movimiento asociativo gitano y Carmen Santiago, nuestra pionera abogada que rompió el maledicente dicho de que nosotros “mandamos menos que un gitano en un juzgado”.

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Tal vez el primero en dar la voz de alarma fue el gran escritor gitano Mateo Maximoff que nació en Barcelona en 1917 aunque él siempre tuvo la nacionalidad francesa. Su padre era un gitano ruso y su madre una gitana Manush de Francia. Escribió muchos libros, la mayoría de ellos traducidos a diversos idiomas, llevándose la palma su primera novela, que la escribió en rromanés (dialecto Kalderash) y en francés titulada ‘Le Prix de la liberté’ que fue traducida a 14 idiomas. Tuve la gran suerte de conocerle y de tratarle en muchas ocasiones. Incluso jugó un papel importantísimo en el I Congreso Europeo de la Juventud Gitana que se celebró en Barcelona en 1997. Le invité a que hablara en el marco incomparable del Paraninfo de la Universidad de Barcelona a más de 400 jóvenes gitanos venidos de toda Europa y sus palabras sonaron como clarines anunciadores de un nuevo tiempo. No necesitó Mateo Maximoff recurrir a grandes conceptos para describir, y al mismo tiempo denunciar la situación de la mujer gitana en cualquier parte del planeta. Él ya lo había escrito: “La mujer gitana, de niña y mientras permanece soltera, obedece a sus padres. De casada obedece a su marido. Y una vez mayor, cuando ha llegado a la plenitud de su vida consagrada a su familia, obedece a sus hijos”.

Pero los tiempos tenían que cambiar. Si la sociedad de los gachés (los no gitanos) había sido capaz de transformar los hábitos y costumbres opresores en los que había transcurrido la vida de la mujer “paya”, supeditada en todo a su marido y sin derecho a voto, las gitanas, cuyas condiciones de vida sufrían una doble marginación: una por ser mujer —como el resto de las no gitanas— y otra por ser gitana, igualmente tenía que producir su propia revolución.

Y la revolución empieza por la escuela

Debo reconocerlo, y así lo hago y lo público cada vez que tengo ocasión de hacerlo: la transformación de nuestro pueblo, al menos en lo que a mí respecta, empieza por el liderazgo que en mi familia ostentaba mi madre, que era una gitana analfabeta, ignorante absoluta de los “saberes cultos” de la sociedad, pero que tenía, llamémosle la intuición, de que el secreto para lograr una vida más libre y justa estaba en la escuela. Por eso me obligó desde niño a ir a la escuela gratuita de “La Salle” que había en mi pueblo, Puerto Real, y más tarde, cuando ya estaba en condiciones de ganar algún dinerillo acompañando a uno de mis tíos a pelar a los burros y caballos del campo circundante, renunció a ese alivio empeñándose en que estudiara con los Salesianos lo que entonces se denominaba “maestría industrial”. Sin duda alguna fue mi madre, una mujer gitana, la que sentó las bases de mi propia transformación personal.

Donde y cuando empieza el germen del protagonismo femenino gitano en España

Adelina Jiménez

No haré referencia a los gitanos de mi edad que traté siendo muy joven en Andalucía. Ellos fueron tan protagonistas como pudiera serlo yo en el inicio de nuestro movimiento de liberación. Hoy toca hablar de las mujeres, y la primera de todas ellas se llama Adelina Jiménez Jiménez. La conocí en Madrid, en pleno franquismo. Yo tenía 20 años y ella era una gitana aragonesa que estudiaba tercer año de Magisterio. Terminó la carrera y ejerció durante muchos años su actividad como maestra en su tierra. Pero la figura de Adelina, en aquellos años de falta de libertades en nuestro país, la  utilizábamos todos para animar a nuestras niñas a que siguieran sus pasos. ¡Con que orgullo la presentábamos como gitana y como maestra, miembro de una comunidad donde el índice de analfabetismo superaba el 80%! Ella ganó la plaza de maestra nacional en unas reñidas oposiciones y el Consejo de Ministros le otorgó en el año 2007 la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo.

Asociacionismo y mujer gitana

Comprenderá el lector amable, y sobre todo los gitanos y las gitanas que lean estas líneas, que no haga referencia a las muchísimas gitanas que he conocido a lo largo de mi vida y que cada una de ellas, jóvenes o mayores, solteras o casadas, pobres o menos pobres, han puesto su granito de arena para lograr el espacio de reconocimiento que hemos logrado. Todas ellas merecen un libro.

Dolores Fernández

Pero en el mundo del asociacionismo, antesala de lo que luego fueron los partidos políticos ya en democracia, ocupa el primer puesto Dolores Fernández Fernández, (nuestra Loli) gitana granadina, que fue la primera mujer gitana fundadora y presidenta de una asociación de mujeres. Conocí a su madre y a sus hermanos en un importante pueblo de la mancomunidad barcelonesa: Sant Joan Despí. Desde el primer momento supe que aquella mujer, que podía ser mi madre, lo era de futuras líderes de nuestro pueblo. Junto a Loli, su hermana Paqui, abogada, preside y dirige el Centro Sociocultural Gitano Andaluz de Granada.

Hoy son abundantes en toda España las asociaciones de mujeres gitanas lideradas por ellas mismas. Pero la Asociación de Mujeres gitanas ROMI fue la primera.

Mujeres gitanas profesionales

En 1977 el Instituto de Sociología Aplicada de Madrid publicó su Libro Blanco de los gitanos españoles. En él se dice que el 80% de nuestra población era analfabeta. Las últimas investigaciones que merecen crédito dicen que entre el uno y el dos por ciento de la población gitana española mayor de edad accede a los estudios universitarios. Es decir que unas 600 personas gitanas son tituladas superiores o están cursando estudios en las universidades españolas. Pero, ¡ojo al dato!, como diría el gran José María García, el 65% de toda esta población gitana universitaria ¡son mujeres!

Carmen Santiago

Y llegados a este punto debería hacer mención a las muchas mujeres gitanas que conozco y que desarrollan su trabajo en el campo de la enseñanza —incluida la universitaria—, del derecho o de la medicina. Sin olvidar a las profesionales de la pintura, de la alta costura o del mundo del arte, vivero inagotable donde el protagonismo de la mujer gitana no tiene competencia. Sin embargo, como he hecho con anterioridad, también aquí quisiera destacar la figura de otra mujer, pionera en la lucha por la defensa de nuestros derechos tantas veces conculcados: Me refiero a Carmen Santiago Reyes, abogada en ejercicio, que nació en Salamanca pero que pronto hizo de Córdoba su hogar de residencia.

Hace 30 años que Carmen se licenció en Derecho y desde el primer día comprometió su quehacer profesional con la actividad reivindicadora de los derechos tantas veces violentados de nuestra comunidad. Hasta que llegó el momento cumbre en que Carmen, junto a mí y a Diego Luis Fernández, los tres abogados, asumimos la defensa de las familias gitanas que fueron maltratadas y violentamente agredidas en Cortegana (Huelva) por un grupo numeroso de vecinos borrachos de odio y cegados por el racismo.

El juicio oral se desarrolló en el Palacio de Justicia de Huelva. La expectación era grande. Hasta la policía de entonces, montada a caballo, rodeó la sede judicial para prevenir cualquier tipo de altercado. En realidad, nunca supe si las fuerzas de orden público acudieron con sus armas y escudos para protegernos a los gitanos de los envalentonados racistas, o para proteger a los alborotadores de la justa indignación que nos embargaba a los gitanos.

Era un placer ver a Carmen, con su toga bien colocada, flanqueada por Diego y por mí, haciendo que la voz de una mujer gitana sonara con autoridad entre los muros de aquel lugar de donde la gente sale feliz cuando es absuelta o llorando y apesadumbrada cuando un juez la manda a la cárcel.

Sin duda alguna, entre otras mujeres gitanas de su época, quienes pusieron en marcha el reloj de la hora de la mujer gitana fueron: Adelina Jiménez, la primera gitana Maestra Nacional de nuestro país, Dolores Fernández, a la cabeza del movimiento asociativo gitano y Carmen Santiago, nuestra pionera abogada que rompió el maledicente dicho de que nosotros “mandamos menos que un gitano en un juzgado”.

Muere Antonio Salazar, presidente de la Asociación Cultural Gitana de Lleida

El presidente de la Asociación Cultural Gitana de Lleida y uno de los fundadores de la Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña (FAGiC), Antonio Salazar, ha fallecido el pasado 13 de enero en Lleida a los 79 años de edad.

El vicepresidente de la FAGiC, Manel Carbonell, ha recordado, en declaraciones a Efe, al veterano activista gitano como una de las «muchas personas que desde hace años trabajaba por nuestro pueblo, especialmente en Lleida, donde impulsó proyectos de educación o vivienda» y donde tuvo un destacado papel de mediador”.

El alcalde de Lleida, Àngel Ros, publicó en su cuenta de Twitter unas emotivas palabras al difunto: «Decimos adiós a una persona querida en nuestra ciudad y que toda su vida se dedicó en cuerpo y alma a los gitanos de Lleida y a su cultura».

El abogado Joan Argilés, autor de su biografía ‘Antonio Salazar, el último patriarca del Pla de l’aigua’, editado por Pagès Editors, se ha sumado a las muestras de duelo destacando que «era una gran persona».

Muere Antonio Salazar, presidente de la Asociación Cultural Gitana de Lleida

El presidente de la Asociación Cultural Gitana de Lleida y uno de los fundadores de la Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña (FAGiC), Antonio Salazar, ha fallecido el pasado 13 de enero en Lleida a los 79 años de edad.

El vicepresidente de la FAGiC, Manel Carbonell, ha recordado, en declaraciones a Efe, al veterano activista gitano como una de las «muchas personas que desde hace años trabajaba por nuestro pueblo, especialmente en Lleida, donde impulsó proyectos de educación o vivienda» y donde tuvo un destacado papel de mediador”.

El alcalde de Lleida, Àngel Ros, publicó en su cuenta de Twitter unas emotivas palabras al difunto: «Decimos adiós a una persona querida en nuestra ciudad y que toda su vida se dedicó en cuerpo y alma a los gitanos de Lleida y a su cultura».

El abogado Joan Argilés, autor de su biografía ‘Antonio Salazar, el último patriarca del Pla de l’aigua’, editado por Pagès Editors, se ha sumado a las muestras de duelo destacando que «era una gran persona».

Muere Antonio Salazar, presidente de la Asociación Cultural Gitana de Lleida

Antonio Salazar / Celia López

El presidente de la Asociación Cultural Gitana de Lleida y uno de los fundadores de la Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña (FAGiC), Antonio Salazar, ha fallecido el pasado 13 de enero en Lleida a los 79 años de edad.

El vicepresidente de la FAGiC, Manel Carbonell, ha recordado, en declaraciones a Efe, al veterano activista gitano como una de las «muchas personas que desde hace años trabajaba por nuestro pueblo, especialmente en Lleida, donde impulsó proyectos de educación o vivienda» y donde tuvo un destacado papel de mediador”.

El alcalde de Lleida, Àngel Ros, publicó en su cuenta de Twitter unas emotivas palabras al difunto: «Decimos adiós a una persona querida en nuestra ciudad y que toda su vida se dedicó en cuerpo y alma a los gitanos de Lleida y a su cultura».

El abogado Joan Argilés, autor de su biografía ‘Antonio Salazar, el último patriarca del Pla de l’aigua’, editado por Pagès Editors, se ha sumado a las muestras de duelo destacando que «era una gran persona».

Hasta un 41% de los gitanos europeos se han sentido discriminados en estos últimos cinco años

Lejos de disminuir, la discriminación en el seno de la Unión Europea sigue afianzándose con datos realmente alarmantes. Así se desprende del último informe que ha hecho público recientemente la Agencia Europea de Derechos Fundamentales: “Segunda encuesta de la Unión Europea sobre las minorías y la discriminación (EU-MIDIS II): resultados principales”. El estudio, para el que se han entrevistado a miles de personas pertenecientes a minorías étnicas en los diferentes países de la UE, revela que hasta un 41% de los encuestados gitanos ha sufrido discriminación en los cinco años anteriores, un porcentaje solo superado por la discriminación que sufrieron las personas norteafricanas (45%).

El reciente estudio, que viene a completar un informe anterior publicado ocho años atrás, destaca que no ha habido cambios sustanciales durante estos ocho años, lo que evidencia que la discriminación sigue arraigada en la UE y que las medidas que se llevan a cabo para combatirla son insuficientes.

El informe ahonda en la discriminación sufrida en tareas cotidianas de la vida de los encuestados, como encontrar trabajo o vivienda por ejemplo. En estos casos, los datos ponen de manifiesto que un 27 % de los encuestados gitanos han vivido un episodio discriminatorio en este tipo de situaciones cotidianas que por otro lado garantizan derechos fundamentales, como el acceso a la vivienda o el trabajo.

Asimismo, el estudio aporta nuevos datos sobre el perfil étnico de la sociedad europea, el nivel de denuncia de las agresiones o situaciones de discriminación y compara los datos entre los diferentes colectivos y países de la UE. En este sentido, la comunidad gitana asegura haber padecido más situaciones de discriminación en Portugal (61%), Grecia (44%) y Croacia (42%), y la tasa más baja fue la de Bulgaria (19%). En España la cifra supone un 35%.

El 30% de la población gitana encuestada afirma haber sufrido acoso y violencia por su pertenencia étnica y el 29% ha tenido conciencia de que un miembro de la familia o un amigo ha sido insultado por su origen étnico o inmigrante en los 12 meses anteriores a la encuesta.

Sin embargo, según recoge el informe de EU-MIDIS II, solo el 10% de las víctimas de acoso dijeron que informaron el incidente más reciente, ya sea a la policía o a otra organización o servicio. Los resultados sugieren que las tasas de denuncias de incidentes de acoso a la policía no han aumentado desde la primera encuesta EU-MIDIS realizada en 2008.

Actuación policial y perfil étnico

El estudio también analiza la actuación policial en referencia al perfil étnico, y en cuanto a la población gitana, el 19% de los encuestados sufrió en los cinco años anteriores una o varias paradas policiales identificatorias por perfil étnico. En España ese porcentaje alcanza el 21%. En Grecia, República Checa, Rumanía y Portugal las tasas también fueron significativamente más altas.

Con estos datos en la mano, la FRA ha conminado a los Estados Miembros y a todos los organismos que trabajan por la igualdad y contra la discriminación y el racismo a buscar nuevas estrategias y líneas de actuación que consigan revertir estos datos alarmantes. Asimismo, la FRA fija como prioritario el apoyo a las personas que han sufrido acoso y discriminación, y anima a las víctimas a visibilizar sus casos.

 

Silvia Rodríguez Gómez

Puedes descargar el informe completo aquí.

Hasta un 41% de los gitanos europeos se han sentido discriminados en estos últimos cinco años

Lejos de disminuir, la discriminación en el seno de la Unión Europea sigue afianzándose con datos realmente alarmantes. Así se desprende del último informe que ha hecho público recientemente la Agencia Europea de Derechos Fundamentales: “Segunda encuesta de la Unión Europea sobre las minorías y la discriminación (EU-MIDIS II): resultados principales”. El estudio, para el que se han entrevistado a miles de personas pertenecientes a minorías étnicas en los diferentes países de la UE, revela que hasta un 41% de los encuestados gitanos ha sufrido discriminación en los cinco años anteriores, un porcentaje solo superado por la discriminación que sufrieron las personas norteafricanas (45%).

El reciente estudio, que viene a completar un informe anterior publicado ocho años atrás, destaca que no ha habido cambios sustanciales durante estos ocho años, lo que evidencia que la discriminación sigue arraigada en la UE y que las medidas que se llevan a cabo para combatirla son insuficientes.

El informe ahonda en la discriminación sufrida en tareas cotidianas de la vida de los encuestados, como encontrar trabajo o vivienda por ejemplo. En estos casos, los datos ponen de manifiesto que un 27 % de los encuestados gitanos han vivido un episodio discriminatorio en este tipo de situaciones cotidianas que por otro lado garantizan derechos fundamentales, como el acceso a la vivienda o el trabajo.

Asimismo, el estudio aporta nuevos datos sobre el perfil étnico de la sociedad europea, el nivel de denuncia de las agresiones o situaciones de discriminación y compara los datos entre los diferentes colectivos y países de la UE. En este sentido, la comunidad gitana asegura haber padecido más situaciones de discriminación en Portugal (61%), Grecia (44%) y Croacia (42%), y la tasa más baja fue la de Bulgaria (19%). En España la cifra supone un 35%.

El 30% de la población gitana encuestada afirma haber sufrido acoso y violencia por su pertenencia étnica y el 29% ha tenido conciencia de que un miembro de la familia o un amigo ha sido insultado por su origen étnico o inmigrante en los 12 meses anteriores a la encuesta.

Sin embargo, según recoge el informe de EU-MIDIS II, solo el 10% de las víctimas de acoso dijeron que informaron el incidente más reciente, ya sea a la policía o a otra organización o servicio. Los resultados sugieren que las tasas de denuncias de incidentes de acoso a la policía no han aumentado desde la primera encuesta EU-MIDIS realizada en 2008.

Actuación policial y perfil étnico

El estudio también analiza la actuación policial en referencia al perfil étnico, y en cuanto a la población gitana, el 19% de los encuestados sufrió en los cinco años anteriores una o varias paradas policiales identificatorias por perfil étnico. En España ese porcentaje alcanza el 21%. En Grecia, República Checa, Rumanía y Portugal las tasas también fueron significativamente más altas.

Con estos datos en la mano, la FRA ha conminado a los Estados Miembros y a todos los organismos que trabajan por la igualdad y contra la discriminación y el racismo a buscar nuevas estrategias y líneas de actuación que consigan revertir estos datos alarmantes. Asimismo, la FRA fija como prioritario el apoyo a las personas que han sufrido acoso y discriminación, y anima a las víctimas a visibilizar sus casos.

 

Silvia Rodríguez Gómez

Puedes descargar el informe completo aquí.

Hasta un 41% de los gitanos europeos se han sentido discriminados en estos últimos cinco años

Lejos de disminuir, la discriminación en el seno de la Unión Europea sigue afianzándose con datos realmente alarmantes. Así se desprende del último informe que ha hecho público recientemente la Agencia Europea de Derechos Fundamentales: “Segunda encuesta de la Unión Europea sobre las minorías y la discriminación (EU-MIDIS II): resultados principales”. El estudio, para el que se han entrevistado a miles de personas pertenecientes a minorías étnicas en los diferentes países de la UE, revela que hasta un 41% de los encuestados gitanos ha sufrido discriminación en los cinco años anteriores, un porcentaje solo superado por la discriminación que sufrieron las personas norteafricanas (45%).

El reciente estudio, que viene a completar un informe anterior publicado ocho años atrás, destaca que no ha habido cambios sustanciales durante estos ocho años, lo que evidencia que la discriminación sigue arraigada en la UE y que las medidas que se llevan a cabo para combatirla son insuficientes.

El informe ahonda en la discriminación sufrida en tareas cotidianas de la vida de los encuestados, como encontrar trabajo o vivienda por ejemplo. En estos casos, los datos ponen de manifiesto que un 27 % de los encuestados gitanos han vivido un episodio discriminatorio en este tipo de situaciones cotidianas que por otro lado garantizan derechos fundamentales, como el acceso a la vivienda o el trabajo.

Asimismo, el estudio aporta nuevos datos sobre el perfil étnico de la sociedad europea, el nivel de denuncia de las agresiones o situaciones de discriminación y compara los datos entre los diferentes colectivos y países de la UE. En este sentido, la comunidad gitana asegura haber padecido más situaciones de discriminación en Portugal (61%), Grecia (44%) y Croacia (42%), y la tasa más baja fue la de Bulgaria (19%). En España la cifra supone un 35%.

El 30% de la población gitana encuestada afirma haber sufrido acoso y violencia por su pertenencia étnica y el 29% ha tenido conciencia de que un miembro de la familia o un amigo ha sido insultado por su origen étnico o inmigrante en los 12 meses anteriores a la encuesta.

Sin embargo, según recoge el informe de EU-MIDIS II, solo el 10% de las víctimas de acoso dijeron que informaron el incidente más reciente, ya sea a la policía o a otra organización o servicio. Los resultados sugieren que las tasas de denuncias de incidentes de acoso a la policía no han aumentado desde la primera encuesta EU-MIDIS realizada en 2008.

Actuación policial y perfil étnico

El estudio también analiza la actuación policial en referencia al perfil étnico, y en cuanto a la población gitana, el 19% de los encuestados sufrió en los cinco años anteriores una o varias paradas policiales identificatorias por perfil étnico. En España ese porcentaje alcanza el 21%. En Grecia, República Checa, Rumanía y Portugal las tasas también fueron significativamente más altas.

Con estos datos en la mano, la FRA ha conminado a los Estados Miembros y a todos los organismos que trabajan por la igualdad y contra la discriminación y el racismo a buscar nuevas estrategias y líneas de actuación que consigan revertir estos datos alarmantes. Asimismo, la FRA fija como prioritario el apoyo a las personas que han sufrido acoso y discriminación, y anima a las víctimas a visibilizar sus casos.

 

Silvia Rodríguez Gómez

Puedes descargar el informe completo aquí.

Pequeña historia de la brevedad de un bigote

Primer intento

Siempre tuve la ilusión de tener un gran bigote como los que llevan la inmensa mayoría de los gitanos, especialmente los centroeuropeos. Así que un día, hace veinte años aproximadamente, decidí dejarme crecer el bigote hasta que adquiriera la forma del que adorna las caras de los gitanos Manouches, que son los que viven en Francia, especialmente en la región de París, en los Países Bajos y en los territorios alemanes colindantes con Bélgica. Se trata de un bigote abundante cuyos extremos apuntan hacia abajo.

Pero no pudo ser porque en cuanto Paloma, mi mujer, vio que los primeros pelillos asomaban sobre mi labio superior, se negó rotundamente a que el proceso continuara. Dijo que me había conocido sin bigote y que no estaba dispuesta a aceptar la imagen de un hombre distinto del que se enamoró.

Comprendí que el embate era demasiado fuerte y para no ocasionar una tensión matrimonial absurda me afeité los primeros brotes de pelo que auguraban un hermoso bigote Manouche.

Segundo intento

Y pasaron los años, exactamente diez años más, y como la ilusión por el bigote no había desaparecido y esta vez estaba prendado por la forma de los mostachos que suelen llevar los gitanos Kalderash, que son los que viven en Alemania, en Hungría, en Polonia, en Austria y algo más al Este europeo, decidí iniciar de nuevo la aventura. La forma es inversa a la de los gitanos Manouches. El mostacho de los Kalderash suele apuntar hacia arriba, adquiriendo una forma verdaderamente atractiva.

Pero no fue posible. Paloma se plantó, esta vez con más firmeza que diez años atrás. No argumentó sobre si me había conocido con bigote o sin él. Tan solo se limitó a decir con un semblante de dureza muy escasamente expresado por ella, lo siguiente:

―Muy bien. Veo que estás dispuesto a dejarte el bigote de nuevo. Tú verás lo que haces. Tan solo te digo que mientras tengas bigote, a mí no se te ocurra acercarte.

La decisión por mi parte no se hizo esperar. ¡Fuera bigote! Me importaba mucho más la paz y la cercanía de Paloma que ese conjunto de pelos entre la nariz y mi labio superior.

Tercer intento

Han pasado diez años más. Y el tiempo no pasa en balde. El tiempo, a veces altera las costumbres y hace cambiar incluso los sentimientos. Así que volví a intentarlo de nuevo. Y esta vez ya no hubo oposición. Paloma no se manifestó ni a favor ni en contra. Sencillamente “pasó” de mi bigote. Con lo cual logré que los pelos crecieran hasta adquirir una forma, digamos que interesante.

La guerra del bigote

Pero lo que yo creía que era un asunto felizmente zanjado no fue más que el principio de la batalla entre mis amigos, mis colaboradores, algunos gitanos y gitanas españolas y mi propia familia. Unos decían que me sentaba bien. Que el bigote acrecienta en los hombres la masculinidad, el poder, la seguridad y la confianza en sí mismos.

Otros, y otras, me decían que el bigote reafirmaba mi personalidad pero que aumentaba mi edad. Es decir, que me hacía más viejo.

Bueno, valoré todos estos criterios y decidí seguir adelante con mi ya poblado bigote. Hasta que se produjo el ataque en masa contra mi pobre y desgraciado mostacho.

La batalla final

La encabezó mi hija Carmen, médico de profesión, a quien entre nosotros, desde pequeñita, la llamamos “Cocol”. Se negó rotundamente a aceptar ese cambio en mi rostro. Argumentó cuanto pudo y cuanto supo para hacerme ver que estaba horroroso, para terminar diciéndome:

―Mira, papá. Tu bigote no me gusta nada y evidentemente no puedo obligarte a quitártelo, y a casa puedes venir con él cuantas veces quieras. Yo no me acostumbraré, pero tus nietos tal vez sí. Solo te advierto que mientras tengas bigote no te acompañaré nunca por la calle.

(Como se desprende del párrafo anterior, Cocol es una mujer buena, cariñosa, pero con el carácter fuerte de mi madre, la abuela Salud, q.e.p.d.)

El siguiente situado en el frente anti bigote es mi hijo Alfonso, el más pequeño de los seis, flamante arquitecto, de quien intuyo que en sus proyectos quedarán abolidas todas las protuberancias gaudinianas que pudieran recordarle la forma de un mostacho.

―Papá, ¡basta ya! Quítate ese bigote. Estás horroroso. Te miro y me parece que no eres tú. Así que hazme el favor de afeitártelo.

Y así día tras día, ambos, ella y él, con una constancia digna de mayor causa.

Y finalmente queda la opinión de los gitanos. En estos últimos días he estado en Zaragoza, en Valencia, varias veces en Sevilla y muchas más en Madrid. No he visto en ellos gran entusiasmo por mi nuevo look. Ni siquiera cuando días pasados mantuve una larga entrevista con el Secretario de Estado de Servicios Sociales que no podía evitar mirarme con un cierto gesto de sorpresa. Pero los gitanos y gitanas que me han visto en algún video o fotografía con mi flamante bigote me han escrito con opiniones muy divididas. De tal forma que por resumirlas todas diré lo que me ha escrito Ricardo Hernández, joven gitano navarro y líder indiscutible en su comunidad:

―Mire, tío Juan de Dios, le he visto en una fotografía con bigote. Si a usted le parece bien, disfrútelo, pero, por favor, solo hasta el 31 de diciembre. A partir de esa fecha ¡fuera bigote! Y siga teniendo usted la imagen con la que siempre le hemos visto y conocido.

Así que, queridos hijos, familiares y amigos, en la mañana de hoy, día de los Reyes Magos, he cogido la navaja, me he llenado la cara de espuma de jabón y he arrasado con mi bigote que nunca pudo ser Manouche, ni Kalderash, ni Sinti, ni Lovari y ni siquiera como el de cualquier compatriota español, sea “payo” o gitano.

Juan de Dios Ramírez-Heredia
Abogado y periodista
Presidente de Unión Romani

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