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La FAGA reclama que la dirección de la Cátedra de Cultura Gitana sea ocupada por una persona gitana

La Federación Autonómica de Asociaciones Gitanas de la Comunidad Valenciana ha remitido una carta a la Vicepresidenta y Consejera de Igualdad y Políticas Inclusivas, Mónica Oltra, y al Rector de la Universidad de Alicante, don Manuel Palomar, en la que manifiesta su disconformidad con el nombramiento de la profesora Diana Gil -de quien se valora positivamente su trayectoria profesional- como directora de la Cátedra de Cultura Gitana ya que considera que este cargo tan simbólico debería ser ocupado por una persona gitana.

Además, se aprovecha la ocasión para manifestar nuevamente que sería conveniente que esta cátedra se denominase de “Estudios gitanos” ya que esta denominación está más acorde con la tradición académica de este campo de estudios.

Aquí podéis leer la carta completa.

La FAGA reclama que la dirección de la Cátedra de Cultura Gitana sea ocupada por una persona gitana

La Federación Autonómica de Asociaciones Gitanas de la Comunidad Valenciana ha remitido una carta a la Vicepresidenta y Consejera de Igualdad y Políticas Inclusivas, Mónica Oltra, y al Rector de la Universidad de Alicante, don Manuel Palomar, en la que manifiesta su disconformidad con el nombramiento de la profesora Diana Gil -de quien se valora positivamente su trayectoria profesional- como directora de la Cátedra de Cultura Gitana ya que considera que este cargo tan simbólico debería ser ocupado por una persona gitana.

Además, se aprovecha la ocasión para manifestar nuevamente que sería conveniente que esta cátedra se denominase de “Estudios gitanos” ya que esta denominación está más acorde con la tradición académica de este campo de estudios.

Aquí podéis leer la carta completa.

La promesa gitana

Nos hablan tanto de lo lejano que perdemos de vista lo cercano. Nos abruman con el sueño americano, pero ¿qué hay del sueño gitano? Está tan cerca y resulta tan tangible que en la noche del martes 17 de octubre se encarnó en el Liceo, donde un gitano del Raval barcelonés, hijo de un palmero de Peret, con abundante cuerpo y sobrenombre irónico, Petitet, hizo realidad su sueño, llevar la rumba con ropajes sinfónicos a un recinto tan peripuesto, burgués y estirado como el teatro lírico de las Ramblas. Se lo había prometido a su madre en una de esas promesas que a veces se hacen con la boca caliente ante la próxima frialdad de la muerte, pero esta vez, ya con la madre ausente, el Petitet cumplió. No cuenta tanto el balance artístico de una noche irregular como que alguien que no es nadie lograse tejer una trama de complicidades que llenó el Liceo para contemplar cómo una promesa se cumplía en lo que a la postre resultó un canto al tesón y a la amistad.

Carles Bosch, el documentalista de “Balseros” y “Bicicleta, cuchara, manzana”, estaba allí, grabando junto con Ángel Leiro el concierto que remata el documental que explicará esta odisea gitana bajo el nombre de Rumba pa’ ti. “Me sentí atrapado por lo que de lucha contra la adversidad tenía marcarse un objetivo imposible, por lo que significa esta lucha de superación personal y de dignificación de la música de su gente, la rumba de los gitanos”, decía justo al acabar el concierto, dos horas y media de sonrisas y lágrimas grabadas con doce cámaras. De cómo se ha conseguido la financiación a través de mecenazgos diminutos, de complicidades con el Liceo y con el distrito de Ciutat Vella, con gitanos y payos venidos de aquí y de allá para mezclarse, se podría escribir un libro tan largo como la historia de ese pueblo llegado a Cataluña hace más de 600 años. Y por si faltasen argumentos en la trama, Petitet padece miastenia, una enfermedad degenerativa que debilita los músculos. Por eso allí estaban las enfermeras que han cuidado al que fuera percusionista de Gato Pérez así como su doctora, una de las muchas personas que subió al escenario para agradecer que con el concierto también se recaudaran fondos para luchar contra esta enfermedad. La ficción es una copia trapacera de la realidad.

Y todo fue un delicioso caos de idas y venidas, parlamentos tautológicos, invitados y familiares, nombres rutilantes y anónimos batidos por la rumba, una rumba vestida de etiqueta. Que si la tía Pepi y Joan Albert Amargós, que si la suegra del Petitet bailando en platea y Carles Benavent, que si la Nuri, la mujer del protagonista y Kitflus, que si las Rumis, las vocalistas de Peret, rebautizadas por Petitet como las Reumis por aquello de las articulaciones y Chicuelo, y Yumitus, y Jack Tarradellas y El Choco, La bien pagá y El Granaíno… en fin, un carrusel que Carles Bosch definía con una aseveración que le hizo Joan Albert Amargós: “aquí hay mucha alma”. Y mucho cuerpo, el del Petitet en su noche, dirigiendo una orquesta sin saber hacerlo, hablando de sí mismo como lo haría de un traje que el comprador no puede rechazar, chapoteando feliz en aquella charca de amistades unidas en torno a él, feliz como un gitano en una juerga. Cerró con una aseveración elemental dirigida a su público: “sois los mejores del Liceo”. Era verdad. Especialmente para él, que hasta el martes no era casi nadie. Ahora es el hijo que ha cumplido con su madre. Un gitano feliz.

La promesa gitana

Nos hablan tanto de lo lejano que perdemos de vista lo cercano. Nos abruman con el sueño americano, pero ¿qué hay del sueño gitano? Está tan cerca y resulta tan tangible que en la noche del martes 17 de octubre se encarnó en el Liceo, donde un gitano del Raval barcelonés, hijo de un palmero de Peret, con abundante cuerpo y sobrenombre irónico, Petitet, hizo realidad su sueño, llevar la rumba con ropajes sinfónicos a un recinto tan peripuesto, burgués y estirado como el teatro lírico de las Ramblas. Se lo había prometido a su madre en una de esas promesas que a veces se hacen con la boca caliente ante la próxima frialdad de la muerte, pero esta vez, ya con la madre ausente, el Petitet cumplió. No cuenta tanto el balance artístico de una noche irregular como que alguien que no es nadie lograse tejer una trama de complicidades que llenó el Liceo para contemplar cómo una promesa se cumplía en lo que a la postre resultó un canto al tesón y a la amistad.

Carles Bosch, el documentalista de “Balseros” y “Bicicleta, cuchara, manzana”, estaba allí, grabando junto con Ángel Leiro el concierto que remata el documental que explicará esta odisea gitana bajo el nombre de Rumba pa’ ti. “Me sentí atrapado por lo que de lucha contra la adversidad tenía marcarse un objetivo imposible, por lo que significa esta lucha de superación personal y de dignificación de la música de su gente, la rumba de los gitanos”, decía justo al acabar el concierto, dos horas y media de sonrisas y lágrimas grabadas con doce cámaras. De cómo se ha conseguido la financiación a través de mecenazgos diminutos, de complicidades con el Liceo y con el distrito de Ciutat Vella, con gitanos y payos venidos de aquí y de allá para mezclarse, se podría escribir un libro tan largo como la historia de ese pueblo llegado a Cataluña hace más de 600 años. Y por si faltasen argumentos en la trama, Petitet padece miastenia, una enfermedad degenerativa que debilita los músculos. Por eso allí estaban las enfermeras que han cuidado al que fuera percusionista de Gato Pérez así como su doctora, una de las muchas personas que subió al escenario para agradecer que con el concierto también se recaudaran fondos para luchar contra esta enfermedad. La ficción es una copia trapacera de la realidad.

Y todo fue un delicioso caos de idas y venidas, parlamentos tautológicos, invitados y familiares, nombres rutilantes y anónimos batidos por la rumba, una rumba vestida de etiqueta. Que si la tía Pepi y Joan Albert Amargós, que si la suegra del Petitet bailando en platea y Carles Benavent, que si la Nuri, la mujer del protagonista y Kitflus, que si las Rumis, las vocalistas de Peret, rebautizadas por Petitet como las Reumis por aquello de las articulaciones y Chicuelo, y Yumitus, y Jack Tarradellas y El Choco, La bien pagá y El Granaíno… en fin, un carrusel que Carles Bosch definía con una aseveración que le hizo Joan Albert Amargós: “aquí hay mucha alma”. Y mucho cuerpo, el del Petitet en su noche, dirigiendo una orquesta sin saber hacerlo, hablando de sí mismo como lo haría de un traje que el comprador no puede rechazar, chapoteando feliz en aquella charca de amistades unidas en torno a él, feliz como un gitano en una juerga. Cerró con una aseveración elemental dirigida a su público: “sois los mejores del Liceo”. Era verdad. Especialmente para él, que hasta el martes no era casi nadie. Ahora es el hijo que ha cumplido con su madre. Un gitano feliz.

La promesa gitana

El Petitet, en el Liceu / Consuelo Bautista

Nos hablan tanto de lo lejano que perdemos de vista lo cercano. Nos abruman con el sueño americano, pero ¿qué hay del sueño gitano? Está tan cerca y resulta tan tangible que en la noche del martes 17 de octubre se encarnó en el Liceo, donde un gitano del Raval barcelonés, hijo de un palmero de Peret, con abundante cuerpo y sobrenombre irónico, Petitet, hizo realidad su sueño, llevar la rumba con ropajes sinfónicos a un recinto tan peripuesto, burgués y estirado como el teatro lírico de las Ramblas. Se lo había prometido a su madre en una de esas promesas que a veces se hacen con la boca caliente ante la próxima frialdad de la muerte, pero esta vez, ya con la madre ausente, el Petitet cumplió. No cuenta tanto el balance artístico de una noche irregular como que alguien que no es nadie lograse tejer una trama de complicidades que llenó el Liceo para contemplar cómo una promesa se cumplía en lo que a la postre resultó un canto al tesón y a la amistad.

Carles Bosch, el documentalista de “Balseros” y “Bicicleta, cuchara, manzana”, estaba allí, grabando junto con Ángel Leiro el concierto que remata el documental que explicará esta odisea gitana bajo el nombre de Rumba pa’ ti. “Me sentí atrapado por lo que de lucha contra la adversidad tenía marcarse un objetivo imposible, por lo que significa esta lucha de superación personal y de dignificación de la música de su gente, la rumba de los gitanos”, decía justo al acabar el concierto, dos horas y media de sonrisas y lágrimas grabadas con doce cámaras. De cómo se ha conseguido la financiación a través de mecenazgos diminutos, de complicidades con el Liceo y con el distrito de Ciutat Vella, con gitanos y payos venidos de aquí y de allá para mezclarse, se podría escribir un libro tan largo como la historia de ese pueblo llegado a Cataluña hace más de 600 años. Y por si faltasen argumentos en la trama, Petitet padece miastenia, una enfermedad degenerativa que debilita los músculos. Por eso allí estaban las enfermeras que han cuidado al que fuera percusionista de Gato Pérez así como su doctora, una de las muchas personas que subió al escenario para agradecer que con el concierto también se recaudaran fondos para luchar contra esta enfermedad. La ficción es una copia trapacera de la realidad.

Y todo fue un delicioso caos de idas y venidas, parlamentos tautológicos, invitados y familiares, nombres rutilantes y anónimos batidos por la rumba, una rumba vestida de etiqueta. Que si la tía Pepi y Joan Albert Amargós, que si la suegra del Petitet bailando en platea y Carles Benavent, que si la Nuri, la mujer del protagonista y Kitflus, que si las Rumis, las vocalistas de Peret, rebautizadas por Petitet como las Reumis por aquello de las articulaciones y Chicuelo, y Yumitus, y Jack Tarradellas y El Choco, La bien pagá y El Granaíno… en fin, un carrusel que Carles Bosch definía con una aseveración que le hizo Joan Albert Amargós: “aquí hay mucha alma”. Y mucho cuerpo, el del Petitet en su noche, dirigiendo una orquesta sin saber hacerlo, hablando de sí mismo como lo haría de un traje que el comprador no puede rechazar, chapoteando feliz en aquella charca de amistades unidas en torno a él, feliz como un gitano en una juerga. Cerró con una aseveración elemental dirigida a su público: “sois los mejores del Liceo”. Era verdad. Especialmente para él, que hasta el martes no era casi nadie. Ahora es el hijo que ha cumplido con su madre. Un gitano feliz.

La UCO colabora en la sensibilización hacia el colectivo gitano

La Universidad de Córdoba (UCO) y la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas (FAKALI) se han reunido para iniciar “los primeros contactos” entre ambos organismos. El rector de la UCO, José Carlos Gómez Villamandos, y la vicerrectora de Vida Universitaria y Responsabilidad Social, Rosario Mérida Serrano, han recibido a representantes del colectivo gitano.

Durante la reunión, la delegación de FAKALI “ha solicitado la adhesión de la Universidad de Córdoba al Pacto contra el Antigitanismo”. Se trata, según una nota de prensa remitida a los medios, de un “protocolo de actuación, cuyo cometido fundamental es la erradicación de todo tipo de conductas discriminatorias y la promoción de una imagen no estereotipada del pueblo gitano. Es la primera alianza social, política y estratégica que permite seguir avanzando contra una mirada sesgada e injusta hacia las gitanas y gitanos”.

Desde el contexto universitario cordobés “se establecerán acciones coordinadas con esta federación para seguir sensibilizando y formando a la comunidad universitaria para desarrollar una actitud inclusiva, libre de prejuicios”.

La UCO colabora en la sensibilización hacia el colectivo gitano

La Universidad de Córdoba (UCO) y la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas (FAKALI) se han reunido para iniciar “los primeros contactos” entre ambos organismos. El rector de la UCO, José Carlos Gómez Villamandos, y la vicerrectora de Vida Universitaria y Responsabilidad Social, Rosario Mérida Serrano, han recibido a representantes del colectivo gitano.

Durante la reunión, la delegación de FAKALI “ha solicitado la adhesión de la Universidad de Córdoba al Pacto contra el Antigitanismo”. Se trata, según una nota de prensa remitida a los medios, de un “protocolo de actuación, cuyo cometido fundamental es la erradicación de todo tipo de conductas discriminatorias y la promoción de una imagen no estereotipada del pueblo gitano. Es la primera alianza social, política y estratégica que permite seguir avanzando contra una mirada sesgada e injusta hacia las gitanas y gitanos”.

Desde el contexto universitario cordobés “se establecerán acciones coordinadas con esta federación para seguir sensibilizando y formando a la comunidad universitaria para desarrollar una actitud inclusiva, libre de prejuicios”.

La UCO colabora en la sensibilización hacia el colectivo gitano

Miembros de FAKALI con el rector de la UCO, José Carlos Gómez Villamandos / Diario Córdoba

La Universidad de Córdoba (UCO) y la Federación de Asociaciones de Mujeres Gitanas (FAKALI) se han reunido para iniciar “los primeros contactos” entre ambos organismos. El rector de la UCO, José Carlos Gómez Villamandos, y la vicerrectora de Vida Universitaria y Responsabilidad Social, Rosario Mérida Serrano, han recibido a representantes del colectivo gitano.

Durante la reunión, la delegación de FAKALI “ha solicitado la adhesión de la Universidad de Córdoba al Pacto contra el Antigitanismo”. Se trata, según una nota de prensa remitida a los medios, de un “protocolo de actuación, cuyo cometido fundamental es la erradicación de todo tipo de conductas discriminatorias y la promoción de una imagen no estereotipada del pueblo gitano. Es la primera alianza social, política y estratégica que permite seguir avanzando contra una mirada sesgada e injusta hacia las gitanas y gitanos”.

Desde el contexto universitario cordobés “se establecerán acciones coordinadas con esta federación para seguir sensibilizando y formando a la comunidad universitaria para desarrollar una actitud inclusiva, libre de prejuicios”.

Españoles gitanos

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El tema catalán ha dado para más; como el compromiso ciudadano que tiene la etnia gitana con España. Yo lo sabía, pero no la mayoría; los gitanos somos un elemento de cohesión nacional. Incluso nuestra mente cosmopolita nos impide dividir a España en autonomías. Hoy es difícil reconocer esta visión centralista porque tenemos cierto complejo de parecer fascistas debido a un pasado franquista. Pero eso para nosotros es complejo imposible porque amamos la libertad individual desde antes de la Revolución Francesa (paradójicamente, este amor fue el origen de nuestros males). Eso de que los gitanos no tenemos patria, al menos en los flamencos españoles, es una falacia por cuanto formamos parte esencial de la construcción de la personalidad ibérica y especialmente de la andaluza. No me gustaría que este escrito se politizara porque su mensaje no va contra el independentismo catalán ni tampoco a favor de la unidad española. Simplemente es un serio tirón de orejas a los españoles no gitanos: en muchísimos estudios se concluye que las gitanas y gitanos significan el grupo social más rechazado. Y ello a pesar de que nuestra vecindad siempre fue pacífica desde antes de la unión de los Reinos Hispánicos. Se suele lanzar el mensaje embustero que somos nosotros los que no queremos integrarnos; ese falso argumento ha sido nuestra cruz. Todos conocemos a familias gitanas normalizadas. Pero es hora de gritar que esas familias no lo han logrado por las oportunidades sinceras dadas. La gente debe escuchar -aunque no le guste- que muchos gitanos han vencido la exclusión, exclusivamente gracias a su triple sobreesfuerzo en medio de la desconfianza, la incomprensión y el miedo. Así logramos dar pan a nuestros hijos con el comercio de bestias, de cuadros o textil puerta a puerta y ahora en mercadillos. Y todo teniendo en cuenta el tristísimo factor de que los no gitanos nos compraban -salvo maravillosas excepciones- no por ayudarnos, sino porque como nos veían analfabetos creían que nos timaban. No digo que no haya delincuentes gitanos, pero menos que no gitanos (y si no me creen pregunten a los profesionales que trabajan en juzgados que son los que saben). En fin, la implicación gitana en el tema del secesionismo catalán debe significar un hito para que todo el mundo sepa que nos merecemos -pero, de hecho- ser parte ciudadana de pleno derecho. El pueblo español no gitano no debe seguir viéndonos como extraños individuos sino al contrario, como sus hermanos más meritorios, porque aun naciendo y viviendo en un país en el que se nos ha sometido a innumerables adversidades nunca hemos renunciado a nuestra ferviente españolidad.

 

Marcos Santiago Cortés
Abogado

Españoles gitanos

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El tema catalán ha dado para más; como el compromiso ciudadano que tiene la etnia gitana con España. Yo lo sabía, pero no la mayoría; los gitanos somos un elemento de cohesión nacional. Incluso nuestra mente cosmopolita nos impide dividir a España en autonomías. Hoy es difícil reconocer esta visión centralista porque tenemos cierto complejo de parecer fascistas debido a un pasado franquista. Pero eso para nosotros es complejo imposible porque amamos la libertad individual desde antes de la Revolución Francesa (paradójicamente, este amor fue el origen de nuestros males). Eso de que los gitanos no tenemos patria, al menos en los flamencos españoles, es una falacia por cuanto formamos parte esencial de la construcción de la personalidad ibérica y especialmente de la andaluza. No me gustaría que este escrito se politizara porque su mensaje no va contra el independentismo catalán ni tampoco a favor de la unidad española. Simplemente es un serio tirón de orejas a los españoles no gitanos: en muchísimos estudios se concluye que las gitanas y gitanos significan el grupo social más rechazado. Y ello a pesar de que nuestra vecindad siempre fue pacífica desde antes de la unión de los Reinos Hispánicos. Se suele lanzar el mensaje embustero que somos nosotros los que no queremos integrarnos; ese falso argumento ha sido nuestra cruz. Todos conocemos a familias gitanas normalizadas. Pero es hora de gritar que esas familias no lo han logrado por las oportunidades sinceras dadas. La gente debe escuchar -aunque no le guste- que muchos gitanos han vencido la exclusión, exclusivamente gracias a su triple sobreesfuerzo en medio de la desconfianza, la incomprensión y el miedo. Así logramos dar pan a nuestros hijos con el comercio de bestias, de cuadros o textil puerta a puerta y ahora en mercadillos. Y todo teniendo en cuenta el tristísimo factor de que los no gitanos nos compraban -salvo maravillosas excepciones- no por ayudarnos, sino porque como nos veían analfabetos creían que nos timaban. No digo que no haya delincuentes gitanos, pero menos que no gitanos (y si no me creen pregunten a los profesionales que trabajan en juzgados que son los que saben). En fin, la implicación gitana en el tema del secesionismo catalán debe significar un hito para que todo el mundo sepa que nos merecemos -pero, de hecho- ser parte ciudadana de pleno derecho. El pueblo español no gitano no debe seguir viéndonos como extraños individuos sino al contrario, como sus hermanos más meritorios, porque aun naciendo y viviendo en un país en el que se nos ha sometido a innumerables adversidades nunca hemos renunciado a nuestra ferviente españolidad.

 

Marcos Santiago Cortés
Abogado

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